Letanías de humildad
por el Cardenal Rafael Merry del Val
«Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón.» (San Mateo 11, 9)
Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
Haced mi corazón semejante al Vuestro.
Del deseo de ser estimado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser amado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser buscado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser alabado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser perdonado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser comprendido,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser alabado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser preferido,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser consultado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser aprobado,
Libradme, Señor.
Del deseo de ser apreciado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser humillado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser despreciado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser rechazado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser rechazado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser vilipendiado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser calumniado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser acusado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser olvidado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser sospechoso,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser ultrajado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser menospreciado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser insultado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser odiado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser despreciado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser juzgado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser condenado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser excomulgado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser criticado,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser objeto de burla,
Libradme, Señor.
Del miedo a ser despreciado,
Libradme, Señor.
Oremos:
Oh
Jesús,
que
en
esta
tierra
habéis
sido
un
modelo
de
humildad
y
que,
por
esta
virtud,
habéis
ganado
para
nosotros
méritos
infinitos,
concedednos
la
gracia
de
imitaros
y
alcanzar
así
la
gloria
eterna. Amén.