En la Casa Madre, preparación de cajas de alimentos para familias en dificultades.
Gracias a los donativos de nuestros benefactores, podemos a su vez
ofrecer hermosas frutas y verduras
a las personas necesitadas.
Los Padres ayudan a llevar las cajas de la cocina a la recepción.
Dos monjas se encargan de
los preparativos finales.
Las monjas en la recepción,
listas para la distribución.
¡Hay más felicidad en dar que en recibir! (Hechos, 20, 35)
La pequeña palabra del corazón
que da el valor para seguir enfrentando
las pruebas de la vida.
A través de los benefactores Dios provee liberalmente todas nuestras necesidades y las de nuestros protegidos.
En la Casa del Pan de la ciudad de Quebec, una monja saca del camión una paleta de provisiones, un regalo apreciado de generosos benefactores.
En el cuarto refrigerado,
las frutas y verduras se sortean
para el banco de alimentos.
Una voluntaria está feliz
de dar una mano a las monjas.
Además del apoyo alimentario,
las familias reciben las necesidades básicas.
Preparación de la ensalada de patatas, macarrones u otros.
Preparación de los sándwiches.
En el Banco de Alimentos de la Ciudad de Quebec, un grupo de voluntarias con las monjas en un ¡bien ganado descanso!
Distribución diaria de almuerzos
preparados con cuidado y amor.
Dios ama al que da con alegría.
(II Corintios 9, 7)
Preparación de comidas calientes muy apreciadas en los días de invierno.
Comidas calientes para llevar
para esa cena especial de Navidad.
Para las fiestas, hacemos un poco
de especial repartiendo caramelos
y sabrosas golosinas.
La larga cola del sábado para la ayuda alimentaria de 9 a 12. Una ayuda muy apreciada que alivia el presupuesto semanal de muchas familias en dificultades.
Algunos beneficiarios agradecidos y simpáticos de la Casa del Pan.
Una sonrisa amable acompaña la comida, pues no olvidamos las palabras de Jesús:
Lo que hagáis al más pequeño de los Míos,
Me lo hacéis a Mí.
Distribución de bolsas de mercado el sábado. Toda la comida es donada por fieles y generosos benefactores.
El regalo de la comida va acompañado de palabras de consuelo y aliento.
El pan siempre es bien apreciado.
¡Dios bendiga a nuestros benefactores!
Sin su ayuda, no podríamos ayudar
a tanta gente buena.
Los días en que las bolsas del mercado
se distribuyen a las familias, las monjas pueden contar con el apoyo dedicado
de las voluntarias.