Letanías de Nuestra Señora de La Salette
Señor, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, escuchadnos.
Jesucristo, escuchadnos.
Jesucristo, oyednos.
Jesucristo, oyednos.
Dios Padre, desde el cielo donde Os sentáis,
tened piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
tened piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, santificador de las almas,
tened piedad de nosotros.
Santísima Trinidad que sois un solo Dios,
tened piedad de nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Reconciliadora de los pecadores,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Sustentadora de los justos,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Sanadora de los enfermos,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Consoladora de los afligidos,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
que
Se
apareció
a
los
niños
pobres
en
los
Alpes
para
darnos graves advertencias,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, que derramó lágrimas por los pecados de los hombres,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
que
nos
hizo
escuchar
las
amenazas
del
Señor
para
que
nos convirtiéramos,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
que
con
Vuestras
súplicas
contenéis
el
brazo
del
Señor
enfadado con nosotros,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
que
dijo:
«Si
Mi
pueblo
no
quiere
someterse,
Me
veo
obligada a soltar el brazo de Mi Hijo»,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
Vos
que
continuamente
rogasteis
a
Vuestro
divino
Hijo
que tuviera misericordia de nosotros,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Vos que tenéis tanto dolor por nuestros pecados,
rogad por nosotros.
Nuestra Señora de La Salette, Vos que merecéis toda nuestra gratitud,
rogad por nosotros.
Nuestra
Señora
de
La
Salette,
Vos
que
después
de
dar
Vuestras
advertencias
a
los
niños
de la Montaña les dijisteis: «¡Bien! Hijos Míos, lo transmitirán a todo Mi pueblo.»
rogad por nosotros.
Vos que habéis anunciado a los hombres terribles castigos, si no se convierten,
rogad por nosotros.
Vos que les anunciáis la misericordia y el perdón, si se vuelven a Dios,
rogad por nosotros.
Vos que prometéis abundantes gracias si hacen penitencia,
rogad por nosotros.
Vos, cuya milagrosa Aparición ha resonado en todos los continentes,
rogad por nosotros.
Vos, cuyos prodigios se extienden a todos los países,
rogad por nosotros.
Vos, cuya adoración aumenta cada día,
rogad por nosotros.
Vos, cuyos beneficios deleitan a todos Vuestros hijos,
rogad por nosotros.
Vos que no sois invocada en vano,
rogad por nosotros.
Vos, que habéis hecho brotar agua milagrosa a Vuestros pies,
rogad por nosotros.
Vos,
que,
como
Jesús,
dais
la
vista
a
los
ciegos,
el
movimiento
a
los
paralíticos,
la
salud
a
los enfermos,
rogad por nosotros.
Vos que consoláis todas las desgracias,
rogad por nosotros.
Vos, que habéis aparecido resplandecientes de luz,
rogad por nosotros.
Vos, que llevasteis el crucifijo y los instrumentos de la Pasión en Vuestro pecho,
rogad por nosotros.
Vos,
que
nos
habéis
advertido
que
debemos
santificar
el
día
del
Señor,
si
queremos
evitar terribles castigos,
rogad por nosotros.
Vos
que
habéis
dicho
que
el
trabajo
dominical
y
la
blasfemia
excitan
la
ira
de
Dios
de
manera especial,
rogad por nosotros.
Vos, que nos reprocháis que no guardemos los ayunos y las abstinencias de la Iglesia,
rogad por nosotros.
Vos, que nos predijisteis las plagas de Dios si seguíamos violando Sus mandamientos,
rogad por nosotros.
Vos, que recomendasteis la oración de la mañana y de la tarde,
rogad por nosotros.
Por Vuestra poderosa protección,
¡libradnos de los males que nos amenazan, oh María!
Pobres pecadores que somos,
¡convertidnos, oh María!
En el cumplimiento de nuestros deberes,
¡ayudadnos, oh María!
En la piedad sólida,
¡fortalecednos, oh María!
En la práctica continua de todas las virtudes,
¡alientadnos, oh María!
En nuestras alegrías,
¡ested con nosotros, oh María!
En nuestras penas,
¡sostengadnos, oh María!
En todos los acontecimientos de la vida,
¡obtened para nosotros une completa sumisión, oh María!
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo,
perdonadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo,
escuchadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo,
tened piedad de nosotros, Señor.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
Oh
Dios,
que
no
dejáis
de
mostrarnos
cuán
grata
es
para
Vos
la
devoción
a
la
Santísima
Virgen
María,
por
las
muchas
maravillas
que
Su
intercesión
nos
obtiene;
concedednos
la
gracia
de
ser
siempre
fieles
a
las
enseñanzas
que
Ella
nos
da,
para
que,
después
de
haber
observado
Vuestros
mandamientos
en
esta
vida,
tengamos
la
felicidad
de
poseeros por toda la eternidad. Amén.