Consideremos que María fue gloriosa en la muerte, porque
Se había preparado bien para morir, por un ardiente deseo de
ver a Dios y de unirse a Su divino Hijo, y por una perfección
inalterable en Sus acciones. Viendo lo lejos que estamos de
prepararnos para la muerte como lo hizo María, recémosle
así:
Oh Virgen santa, que Os habéis preparado para una santa muerte
viviendo en el continuo deseo de la visión beatífica, apartad de
nosotros los vanos deseos de las cosas perecederas de la tierra.
Dios Te salve, María…
Oh Virgen santa, que, en preparación de una santa muerte, habéis
deseado durante Vuestra vida uniros a Jesús, Vuestro divino Hijo,
alcanzadnos la gracia de permanecer fieles a Él hasta la muerte.
Dios Te salve, María…
Oh Virgen santa, que Os habéis preparado para la muerte
acumulando un inmenso tesoro de virtudes y méritos, recordadnos
siempre que sólo la gracia y la virtud son capaces de conducirnos a
la salvación.
Dios Te salve, María…
Felicitemos a María por el cuidado que puso en prepararse para
morir bien, y, para exaltar Su gloria, unámonos a los nueve coros de
Ángeles que La acompañaron en Su Asunción al cielo, y digamos
con los Serafines, el primer coro de Ángeles:
3 Dios Te salve, María…
Oremos. Os rogamos, Señor, que perdonéis los pecados de Vuestros
siervos, para que, incapaces de agradaros con nuestras acciones,
seamos salvados por la intercesión de la Madre de Vuestro Hijo
Nuestro Señor. Amén.