La Iglesia de Jesucristo prosigue su misión bajo la dirección de Gregorio XVIII,
designado por Gregorio XVII como sucesor suyo, por la Voluntad de Dios.
La elección de Gregorio XVIII fue ratificada por unanimidad por los Cardenales de la Iglesia Renovada y recibida con acción de gracias por todos los fieles.
El 29 de septiembre de 2012,
en la fiesta de San Miguel Arcángel, tuvo lugar la ceremonia de coronación pontificia de
Gregorio XVIII.
Dios bendiga Su humilde Servidor, Sucesor legítimo de San Pedro, después de Clemente XV y de Gregorio XVII de santa memoria. «Donde está Pedro, ahí está la Iglesia.» (San Ambrosio)
Abriremos un paréntesis: Clemente XV, Gregorio XVII y Gregorio XVIII son tres nombres mencionados en «la profecía de los papas de San Malaquías» (1094-1148). La profecía del llamado «Monje de Padua» asocia a cada uno de esos nombres una divisa. Ninguno de los papas elegidos por cónclave en Roma después de Juan XXIII, adoptó un nombre inscrito en la célebre profecía de San Malaquías. En cambio, las divisas del Monje de Padua les fueron sin embargo atribuidas. He aquí las divisas relacionadas a los nombres de los Sucesores legítimos de San Pedro:
Clemente XV – Flos Florum – He aquí la flor de las flores, he aquí el lirio que corona las virtudes de su patria y los actos santísimos predichos en el Señor. Nuestro Santísimo Padre Clemente XV. Tú, Roma, su hija, venera a ese Rey de paz.
Gregorio XVII – Pastor angelicus – Tú eres el Pastor Angélico de Roma, ¡oh! Doctor benévolo, ¡oh! Padre indulgentísimo. Salve, Gregorio XVII, Santísimo Padre, Pastor necesario.
Gregorio XVIII – De labore solis – Gracias a un excelente trabajo del sol, la tierra alimenta el devoto rebaño de un pastor muy santo. Nuestro Santísimo Padre Gregorio XVIII, sacerdote del todo admirable.
En la Aparición del 13 de julio de 1917, Nuestra Señora confió Su gran Secreto a los pequeños videntes. Fue también en ese día que les prometió: «En octubre, les diré quién soy, qué es lo que deseo, y haré un milagro que todos podrán ver para creer.» Era el anuncio del gran milagro del sol.
Este gran milagro del sol – operado por la Virgen María para que todo el mundo pueda creer – está directamente relacionado con el Tercer Secreto de Fátima y es el «plan de salvación» para el futuro de la Iglesia y el mundo.
El 13 de octubre de 1917, por primera vez en la historia de la humanidad, los poderes del cielo parecían sacudidos. Reflexionando en este milagro espectacular, el escritor Raúl Auclair escribió: «Esto no era otra cosa que un signo que apareció en el cielo para avisar a los hombres del inicio de la manifestación de las profecías...»
Flos florum, Pastor Angelicus, De labore solis... La humanidad saturada de sufrimientos, de angustia y para muchos, de desesperanza, ¿podrá ver pronto el fin de sus calamidades?... Una conversión del corazón, un retorno al Evangelio, al amor de Dios, es urgente. Que todos los fieles sufriendo de esta situación, de cualquier denominación que sean, recen, intensifiquen sus oraciones y sacrificios para que venga sin tardar ¡el triunfo tan esperado del Corazón Inmaculado de María! Entonces todo volverá al orden «y un tiempo de paz le será dado al mundo».
El gran milagro del 13 de octubre de 1917, este trabajo del sol, provocó primero el encanto, y después el miedo, el terror en los espectadores: «¡Dios mío, misericordia!» clamó un pueblo entero postrado de rodillas en el lodo. Ahí es donde Dios les estaba esperando. Entonces el sol de pronto se detuvo en su caída vertiginosa; volvió a su sitio zigzagueando como había bajado. Luego, poco a poco, recuperó su luminosidad normal en medio de un cielo límpido. La multitud habiéndose recuperado, cantó ¡el Credo! ¡Creo en Dios!...
Durante más de 50 años, la Orden del Magníficat de la Madre de Dios ha sido testigo de la intervención directa de Dios para la salvación de Su Iglesia. Todos los movimientos tradicionalistas y otros, nacidos de la confusión de Roma, han sido informados de esto. Lo sabían... aún lo saben, pero atrapados en los compromisos y sus muchas contradicciones, no quieren ver la acción de Dios.
Tal vez un acercamiento al plan de Dios – sin entenderlo – podría romper el actual estancamiento en el que se encuentran enredados. Desde el advenimiento de Pablo VI, han hecho la dolorosa observación de una «apostasía de la fe» en la Iglesia de Roma. Esta apostasía general ha sido predicha por muchos profetas, en particular por la Santísima Virgen en La Salette: «Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo». Fue precisamente por esta apostasía que Dios intervino para reconstruir Su Iglesia. Si Roma ha apostatado, las autoridades romanas no pueden ser las sucesoras de los Apóstoles, porque Jesucristo dijo: Y Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. (S. Mateo 16, 18)
La verdadera Iglesia, depositaria de las promesas de la eternidad, salió del Vaticano y subsiste «en el desierto...» bajo la autoridad del auténtico y legítimo sucesor de San Pedro. Más vale obedecer a Dios que a los hombres, (Hechos 5, 29) respondieron los primeros Apóstoles a la sinagoga. Los Apóstoles obraron contra vientos y marea. Su fe, su sumisión incondicional, unidas a su heroico testimonio dieron origen a la santa Iglesia, fundada por Cristo Salvador crucificado y resucitado.
¡La palabra la tiene Dios! El Tercer Secreto: «Se trata del Papado. Será tema de contradicción, de debates y de confusión en la Iglesia, hasta el momento en que Dios ponga la mano». (Sor Lucía de Fátima al Padre Durando)