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Liturgia para los domingos y las fiestas principales
Reflexión sobre la liturgia del día – de L’Année Liturgique, de Dom Prosper Guéranger
Introito
Yo soy la salud del pueblo, dice el Señor: en cualquier tribulación, en que clamaren a Mí, los oiré: y seré su Señor para siempre. – Salmo: Atiende, pueblo Mío, a Mi Ley: inclinad vuestro oído a las palabras de Mi boca. Gloria al Padre…
Colecta
Omnipotente y sempiterno Dios, aparta propicio de nosotros todo lo adverso: para que, expeditos a la vez de alma y de cuerpo, hagamos lo que es Tuyo con corazones libres. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Epístola
Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Efesios (IV, 23-28).
Hermanos: Renovaos en lo íntimo de vuestra alma, y revestios del hombre nuevo, que ha sido creado, según Dios, en justicia y santidad verdadera. Por lo cual, renunciando a la mentira, hablad verdad cada cual con su prójimo: porque somos miembros los unos de los otros. Airaos y no pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo. No deis lugar al diablo: el que robaba, no robe ya; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de donde dar al que padezca necesidad.
Reflexión sobre la Epístola
El hombre nuevo. – Comprendamos, pues, la moral de San Pablo en nuestra Epístola y lo que él entiende por Justicia y santidad de la verdad, que es la de Cristo, propia del hombre nuevo, de que se debe revestir todo el que aspire a la posesión de las riquezas enumeradas en los pasajes precedentes de su carta inmortal. Volvamos al leer la Epístola del Domingo décimoséptimo y en ella veremos que todas las reglas del catecismo cristiano y de la vida mística se resumen para el Apóstol en estas palabras: “procuremos la unidad”. Es la máxima que da así a los principiantes como a los perfectos; es el coronamiento de las vocaciones más sublimes en el orden de la gracia, y también el fundamento y la razón de todos los mandamientos de Dios de tal modo, que, si debemos abstenernos de la mentira y decir la verdad a los que nos escuchan, el motivo, según el Apóstol, es éste: que somos miembros los unos de los otros.
Gradual
Ascienda mi oración, como el incienso, en Tu presencia, Señor. La elevación de mis manos sea como el sacrificio vespertino. Aleluya, aleluya. Alabad al Señor e invocad Su nombre: anunciad entre las gentes Sus obras. Aleluya.
Evangelio
Continuación del santo Evangelio según San Mateo (XX, 1-14).
En aquel tiempo habló Jesús en parábolas a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas, y no quisieron venir. Envió de nuevo otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí que ya he preparado mi comida, ya están muertos mis toros y mis animales cebados, y todo está dispuesto: venid a las bodas. Pero ellos lo rehusaron: y se fueron, uno a su granja, otro a su negocio: los demás prendieron a los siervos y, después de afrentarlos, los mataron. Cuando lo supo el rey, se enfureció: y, enviando sus ejércitos, mató a aquellos homicidas y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están ya preparadas, pero, los que habían sido invitados, no han sido dignos. Id, pues, a las bocas de las calles, y, a todos los que hallareis, llamadlos a las bodas. Y, saliendo sus siervos por las calles, reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos: y se llenaron las bodas de comensales. Y entró el rey para ver a los comensales y vió allí un hombre que no tenía vestido de boda. Y díjole: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener traje de boda? Y él calló. Entonces dijo el rey a sus ministros: Atándole de pies y manos, arrojadle en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes. Porque son muchos los invitados, pero pocos los escogidos.
Reflexión sobre el Evangelio
Comentario de San Gregorio: “El reino de los cielos es la asamblea de los justos. El Señor dice, en efecto, por un profeta: El cielo es Mi trono; y a su vez dice Salomón: El alma del justo es el trono de la Sabiduría, mientras San Pablo llama a Cristo; Sabiduría de Dios. Si, pues, el cielo es el trono de Dios, si la Sabiduría es Dios, si el alma del justo es trono de la Sabiduría, debemos concluir con evidencia en que el alma del justo es un cielo… El reino de los cielos es, por tanto, con razón la asamblea de los justos… Si este reino se dice semejante a un rey que celebra las bodas de su hijo, vuestra caridad comprende al momento quién es este Rey, Padre de un Hijo Rey como El, a saber, Aquel de quien se dice en el salmo: ¡Oh Dios, da al Rey Tu juicio, y Tu justicia al Hijo del Rey! Dios Padre celebró las bodas de Dios, Hijo Suyo, al unirle a la naturaleza humana, al querer que El que era Dios antes de los siglos, Se hiciese hombre al fin de los siglos. Pero tenemos que evitar el peligro de dar a entender que pueda existir dualidad de personas en nuestro Dios y Salvador Jesucristo… Por eso puede ser más claro y a la vez más seguro decir que el Padre celebró las bodas del Rey Su Hijo, uniéndole por el misterio de la Encarnación a la santa Iglesia. El seno de la Virgen Madre fue la cámara nupcial de este Esposo, de quien el Salmista dice: “Puso en el sol Su tabernáculo: es el Esposo que sale de Su cámara nupcial”.