Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

Filter by Categories
Liturgia-es
Oración
Evangelio-Lecturas
Reflexiones
Historia
Santa Faz de Jesús

Este artículo también está disponible en: English

Magníficat!

¡Para la preservación del Depósito de la Fe!
¡Para que venga el Reino de Dios!

Buscar
Santa Faz de Jesús

Fiesta de la Santa Faz de Jesús

La víspera de la apertura de la Cuaresma se dedica a venerar el Santo Rostro de nuestro Salvador, en reparación de las blasfemias, impiedades y sacrilegios de los que está más que nunca afligido.

La reparación cristiana tiene por objeto el restablecimiento de la gloria de Dios y de Su reinado en las almas; es una satisfacción y una compensación ofrecida a Dios por Su gloria que ha sido violada, manchada o disminuida por el pecado.

La reparación es la expiación de las injurias a Dios, la satisfacción por esas injurias; es amar y servir a Dios por los que no Lo aman ni Lo sirven.

La reparación detiene la ira del cielo, elimina las plagas y las calamidades, apacigua la ira de Dios y Lo inclina a mostrar misericordia a los pecadores.

La reparación consuela al Corazón de Jesús, que se rompe de dolor a la vista de los castigos que la Justicia divina prepara para la tierra, especialmente a la vista de esos miles de almas que caen cada día en el infierno como torbellinos de polvo en una tormenta. Mediante la reparación, ayudamos a nuestra divina Madre a sostener el brazo de Su Hijo, cada día más pesado por la multitud de iniquidades y prevaricaciones de los hombres.

¿Puede haber alguna obra más excelente que la reparación? El Sagrado Corazón de Jesús no tuvo otra ocupación en la tierra que la de reparar. Y ahora, ¿tiene en el Cielo, en medio de Su gloria inmortal, otra ocupación que aquella que tiene en la Hostia misteriosa, la de reparar? No, no puede haber nada más hermoso que la expiación. No hay nada más útil para las almas, nada más agradable a los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Un día Nuestro Señor dijo a Santa Margarita María: «Mi justicia está irritada y dispuesta a castigar a los pecadores con penas manifiestas si no hacen penitencia. Debes, hija Mía, elevar tu corazón y tus manos al cielo con tus oraciones y buenas obras, presentándome continuamente a Mi Padre como víctima de amor inmolada y ofrecida por los pecados de todos, y poniendo Mi divino Corazón como baluarte y fuerte garantía entre Su justicia y los pecadores para obtener misericordia».

Esta reparación que Jesús pidió tantas veces a Santa Margarita María, la sigue pidiendo, porque hoy es más necesaria que nunca. Los crímenes de los hijos de los hombres se multiplicarán inconmensurablemente; el grito de las iniquidades de la tierra ha subido hasta el cielo. Toda la carne ha corrompido sus caminos y se ha desviado de la senda de la justicia; todas las edades, todos los sexos, todas las naciones se levantan contra el Señor y se precipitan por el camino de la perdición. El pecado se desborda por todos lados. Ha invadido el mundo entero y, como un nuevo diluvio, lo trastorna todo.

El mal es grande, clama por venganza. Pero el tierno Corazón de Jesús sólo cede con reticencia y por la fuerza al castigo; Se dirige a las almas de buena voluntad, y les ruega que den a Su justicia una compensación. Desea que los que viven en Su gracia y gozan de Su amor Le hagan santa violencia en favor de los miserables ciegos que se extravían. ¡Oh, entremos generosamente en las vistas misericordiosas del Corazón divino!

Amemos, amemos mucho a nuestro Jesús que tanto nos ama, y el amor nos dirá qué debemos hacer para consolarle y compensarle por la ingratitud de los hombres y de los nuestros en particular. ¿Con qué medios podemos reparar las heridas de Sus hijos ingratos? He aquí algunas sugerencias:

  • Hacer la señal de la Cruz con gran respeto para reparar las afrentas que recibió Jesús durante Su Pasión y todos los ultrajes que se hacen hoy contra Su Santa Cruz.
  • Rezar el Rosario en unión de las sublimes reparaciones que nuestra Madre Inmaculada ofrece incesantemente por nosotros, y con la intención de reparar los ultrajes que los impíos y los herejes Le hacen, especialmente al negar Su Inmaculada Concepción, Su perpetua virginidad y Su divina Maternidad.
  • Hacer el Vía Crucis en reparación de los ultrajes que Nuestro Señor recibió en Su Pasión y siga recibiendo en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
  • Hacer frecuentes jaculatorias y sobre todo actos de amor durante el día.
  • Imponerse pequeños sacrificios, privarse de algún placer.
  • Besar la tierra ofreciendo a Dios los sufrimientos y humillaciones de Su amado Hijo y pedir la salvación de los pecadores.
  • Rezar con los brazos en cruz en unión con la dolorosa oración de Jesús en el Huerto de la Agonía.

 

Oraciones a la Santa Faz de Jesús

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.