Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Una historia para cada día...

Jesucristo llama a la puerta de nuestro corazón.

El emperador Enrique IV, Federico Barbarroja, Federico II, Felipe el Hermoso.

Enrique IV, emperador de Alemania, que fingió arrepentimiento en el castillo de Canossa en 1077 y posteriormente asedió al Papa en Roma durante tres años, fue destronado por su propio hijo y murió en el exilio (1106) en Lieja, abrumado por los remordimientos. Federico Barbarroja creó tres antipapas y tomó Roma. A partir de entonces, la fortuna le traicionó: en 1168 perdió la mayor parte de su ejército, diezmado por la peste, y se vio obligado a cruzar de nuevo los Alpes con los restos de sus tropas. En 1176 perdió la decisiva batalla de Legnano, que le obligó a firmar la paz con Venecia, y catorce años después (1190) murió en Siria mientras se bañaba en el Calícadno.

El emperador Federico II intentó subordinar el poder del Papa al poder imperial y apoderarse de los Estados Pontificios. Por ello fue excomulgado en 1245 por el Concilio de Lyon, y los príncipes alemanes lo depusieron. Pronto murió en Sicilia, arruinado en cuerpo y mente (1250), y poco después la orgullosa casa de Hohenstaufen se extinguió. Conradin, su último vástago, expió los crímenes de sus antepasados y murió a manos del verdugo en una plaza pública de Nápoles en 1268.

Felipe el Hermoso, rey de Francia, hizo arrestar al Papa Bonifacio VIII, y el augusto anciano murió como resultado de este maltrato en 1303. El rey, por su parte, murió repentinamente en 1314, a la edad de 47 años, a consecuencia de una caída.

Las palabras de Jesucristo: «El que caiga sobre esta piedra se quebrará, y ésta aplastará a aquel sobre quien caiga», se aplican a la roca de San Pedro. El conde Joseph De Maistre expresó el mismo pensamiento cuando dijo: «El que se come al Papa se muere de él».

El león enfermo y el zorro.

Entre la panoplia de fábulas de La Fontaine está «El león enfermo y la zorra».

Esta es la historia de un león, rey de los animales, que diciendo estar enfermo, invita a sus vasallos a venir a presentar sus últimos respetos. Cada especie animal envía una diputación cualificada. En su prisa por llegar a la guarida del real indispuesto, el zorro fino observó, con razón, que «de las pisadas estampadas en el polvo, todas sin excepción conducían a la guarida, mientras que ninguna marcaba el regreso.» Sin duda, era en esta vieja fábula tan ingeniosamente transformada por La Fontaine en la que pensaba Rodolfo de Habsburgo, el antepasado de los emperadores austriacos, cuando dijo: «¡Los restos del camino me dan miedo!» Sus consejeros habían querido instarle a una expedición a Italia para arruinar el poder del Papa; pero él les respondió: «Las huellas del camino me asustan», es decir, la historia demuestra que ninguno de los gobernantes que persiguieron al Papa tuvo un final feliz: «Su destino me asusta.»

El final de Judas y de Herodes, asesino de los Inocentes, es también un ejemplo aterrador del infeliz final de todos los perseguidores de la Iglesia.

Otras historias...

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.