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¡Por una maravillosa Navidad!
Hagamos una buena preparación.
¡Divino Niño Jesús de Belén, nace en mi corazón!
Primera semana de Adviento
La Virgen María y San José emprenden un largo viaje.
El emperador César Augusto, amo del mundo, ordena un censo universal del pueblo. María y José tienen que ir a inscribirse a Belén, a unos 160 km de Nazaret. La Virgen María está a punto de dar a luz. Dada Su condición, ni Ella ni Su esposo están obligados a hacer este recorrido. Este viaje, fácil de realizar en los tiempos modernos, fue una ardua aventura. Era pleno invierno, el tiempo era gélido… Como almas obedientes, María y José reconocieron en la orden del emperador pagano la voluntad de Dios de que Su Hijo naciera en Belén, y se pusieron en marcha sin demora.
Para agradar a Dios y asemejarme a Jesús, para imitar la obediencia de María y José, me aplicaré esta semana a obedecer sin rechistar: a mis superiores, a mi patrón, a mis padres, a las personas con las que vivo o trabajo. Elegiré los intereses de los demás por encima de los míos.
Primera semana de Adviento
La Virgen María y San José emprenden un largo viaje.
El emperador César Augusto, amo del mundo, ordena un censo universal del pueblo. María y José tienen que ir a inscribirse a Belén, a unos 160 km de Nazaret. La Virgen María está a punto de dar a luz. Dada Su condición, ni Ella ni Su esposo están obligados a hacer este recorrido. Este viaje, fácil de realizar en los tiempos modernos, fue una ardua aventura. Era pleno invierno, el tiempo era gélido… Como almas obedientes, María y José reconocieron en la orden del emperador pagano la voluntad de Dios de que Su Hijo naciera en Belén, y se pusieron en marcha sin demora.
Para agradar a Dios y asemejarme a Jesús, para imitar la obediencia de María y José, me aplicaré esta semana a obedecer sin rechistar: a mis superiores, a mi patrón, a mis padres, a las personas con las que vivo o trabajo. Elegiré los intereses de los demás por encima de los míos.
Primera semana de Adviento
La Virgen María y San José emprenden un largo viaje.
El emperador César Augusto, amo del mundo, ordena un censo universal del pueblo. María y José tienen que ir a inscribirse a Belén, a unos 160 km de Nazaret. La Virgen María está a punto de dar a luz. Dada Su condición, ni Ella ni Su esposo están obligados a hacer este recorrido. Este viaje, fácil de realizar en los tiempos modernos, fue una ardua aventura. Era pleno invierno, el tiempo era gélido… Como almas obedientes, María y José reconocieron en la orden del emperador pagano la voluntad de Dios de que Su Hijo naciera en Belén, y se pusieron en marcha sin demora.
Para agradar a Dios y asemejarme a Jesús, para imitar la obediencia de María y José, me aplicaré esta semana a obedecer sin rechistar: a mis superiores, a mi patrón, a mis padres, a las personas con las que vivo o trabajo. Elegiré los intereses de los demás por encima de los míos.
Segunda semana de Adviento
El viaje es muy difícil.
En diciembre y enero hace frío en Palestina. También es la temporada de lluvias. La dura estación, el viento, los caminos intransitables a través de las montañas de Judea… todo contribuye al sufrimiento de la Virgen María y de San José. Experimentan sed, hambre, frío y fatiga extrema. Sin embargo, no se quejan, absortos como están por la próxima llegada del Niño Dios. No se distraen con las frivolidades del lujo mundano. Qué les importa estar desprovistos de comodidades terrenales, ya que poseen a Dios mismo.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús que pronto nacerá en la desnudez de la gruta, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a sacrificar las bagatelas del mundo. Me abstendré de buscar consuelo o diversión en juegos y distracciones. En lugar de perder el tiempo satisfaciendo mi curiosidad en la web y en las redes sociales, meditaré en los sufrimientos y virtudes de María y José que se preparan para recibir a su Dios que Se convierte en su Niño.
Segunda semana de Adviento
El viaje es muy difícil.
En diciembre y enero hace frío en Palestina. También es la temporada de lluvias. La dura estación, el viento, los caminos intransitables a través de las montañas de Judea… todo contribuye al sufrimiento de la Virgen María y de San José. Experimentan sed, hambre, frío y fatiga extrema. Sin embargo, no se quejan, absortos como están por la próxima llegada del Niño Dios. No se distraen con las frivolidades del lujo mundano. Qué les importa estar desprovistos de comodidades terrenales, ya que poseen a Dios mismo.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús que pronto nacerá en la desnudez de la gruta, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a sacrificar las bagatelas del mundo. Me abstendré de buscar consuelo o diversión en juegos y distracciones. En lugar de perder el tiempo satisfaciendo mi curiosidad en la web y en las redes sociales, meditaré en los sufrimientos y virtudes de María y José que se preparan para recibir a su Dios que Se convierte en su Niño.
Segunda semana de Adviento
El viaje es muy difícil.
En diciembre y enero hace frío en Palestina. También es la temporada de lluvias. La dura estación, el viento, los caminos intransitables a través de las montañas de Judea… todo contribuye al sufrimiento de la Virgen María y de San José. Experimentan sed, hambre, frío y fatiga extrema. Sin embargo, no se quejan, absortos como están por la próxima llegada del Niño Dios. No se distraen con las frivolidades del lujo mundano. Qué les importa estar desprovistos de comodidades terrenales, ya que poseen a Dios mismo.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús que pronto nacerá en la desnudez de la gruta, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a sacrificar las bagatelas del mundo. Me abstendré de buscar consuelo o diversión en juegos y distracciones. En lugar de perder el tiempo satisfaciendo mi curiosidad en la web y en las redes sociales, meditaré en los sufrimientos y virtudes de María y José que se preparan para recibir a su Dios que Se convierte en su Niño.
Tercera semana de Adviento
Inhospitalidad de la gente de Belén.
La Virgen María y San José llegan finalmente a Belén, donde tienen parientes y amigos. Esperan ser recibidos con cordialidad. El censo ha atraído a muchos viajeros a la pequeña ciudad, una fuente bienvenida de ganancias terrenales. Nadie quiere recibir a María y José porque son pobres. El tiempo es corto, pues ha llegado la hora de que la Virgen dé a luz. La santa pareja va de casa en casa, llamando a cada puerta. Por todos lados son rechazados con dureza y desprecio. No había lugar para ellos, dice el Evangelio. Dios vino a los Suyos y los Suyos no Lo recibieron. José y María aceptaron el maltrato que les infligían con mansedumbre y humildad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, manso y humilde de corazón, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a aceptar las palabras o los gestos ofensivos sin rebelarme. Pediré a Jesús, por intercesión de Su Santísima Madre, que extirpe de mi corazón el vicio de la soberbia, fuente y raíz de todo mal, y que hiere cruelmente el Corazón de Dios.
Tercera semana de Adviento
Inhospitalidad de la gente de Belén.
La Virgen María y San José llegan finalmente a Belén, donde tienen parientes y amigos. Esperan ser recibidos con cordialidad. El censo ha atraído a muchos viajeros a la pequeña ciudad, una fuente bienvenida de ganancias terrenales. Nadie quiere recibir a María y José porque son pobres. El tiempo es corto, pues ha llegado la hora de que la Virgen dé a luz. La santa pareja va de casa en casa, llamando a cada puerta. Por todos lados son rechazados con dureza y desprecio. No había lugar para ellos, dice el Evangelio. Dios vino a los Suyos y los Suyos no Lo recibieron. José y María aceptaron el maltrato que les infligían con mansedumbre y humildad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, manso y humilde de corazón, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a aceptar las palabras o los gestos ofensivos sin rebelarme. Pediré a Jesús, por intercesión de Su Santísima Madre, que extirpe de mi corazón el vicio de la soberbia, fuente y raíz de todo mal, y que hiere cruelmente el Corazón de Dios.
Tercera semana de Adviento
Inhospitalidad de la gente de Belén.
La Virgen María y San José llegan finalmente a Belén, donde tienen parientes y amigos. Esperan ser recibidos con cordialidad. El censo ha atraído a muchos viajeros a la pequeña ciudad, una fuente bienvenida de ganancias terrenales. Nadie quiere recibir a María y José porque son pobres. El tiempo es corto, pues ha llegado la hora de que la Virgen dé a luz. La santa pareja va de casa en casa, llamando a cada puerta. Por todos lados son rechazados con dureza y desprecio. No había lugar para ellos, dice el Evangelio. Dios vino a los Suyos y los Suyos no Lo recibieron. José y María aceptaron el maltrato que les infligían con mansedumbre y humildad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, manso y humilde de corazón, para imitar a María y a José, me aplicaré esta semana a aceptar las palabras o los gestos ofensivos sin rebelarme. Pediré a Jesús, por intercesión de Su Santísima Madre, que extirpe de mi corazón el vicio de la soberbia, fuente y raíz de todo mal, y que hiere cruelmente el Corazón de Dios.
comienza el 16 de diciembre
Cuarta semana de Adviento
María y José esperan el nacimiento de Jesús en oración.
Después de limpiar la gruta lo mejor posible, María y José se recogen en profunda oración. Meditan en el gran misterio de Dios que amó tanto a los hombres que les entregó a Su único Hijo. El Hijo de Dios deja Su Cielo para encarnarse, para enseñarnos con Sus palabras y Sus ejemplos el camino del Cielo. Jesús viene sobre todo a redimirnos de la esclavitud del pecado con Sus sufrimientos y Su muerte y a abrirnos el Cielo. Jesús no ha puesto límites a Su amor por nosotros. Estamos en la tierra para conocer, amar y servir a Dios, para poder ser felices con Él en el Cielo por toda la eternidad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, para imitar a María y a José, rezaré mucho esta semana. En los momentos perdidos, en lugar de entretenerme con pensamientos inútiles, pensaré en el amor de Jesús por mí. Le repetiré una y otra vez: «Jesús, Te amo. ¡Divino Niño Jesús de Belén, nace en mi corazón!» Haré todo lo posible por no ofenderle con el pecado para que en Navidad Él encuentre una cuna limpia y acogedora en mi corazón.
Cuarta semana de Adviento
María y José esperan el nacimiento de Jesús en oración.
Después de limpiar la gruta lo mejor posible, María y José se recogen en profunda oración. Meditan en el gran misterio de Dios que amó tanto a los hombres que les entregó a Su único Hijo. El Hijo de Dios deja Su Cielo para encarnarse, para enseñarnos con Sus palabras y Sus ejemplos el camino del Cielo. Jesús viene sobre todo a redimirnos de la esclavitud del pecado con Sus sufrimientos y Su muerte y a abrirnos el Cielo. Jesús no ha puesto límites a Su amor por nosotros. Estamos en la tierra para conocer, amar y servir a Dios, para poder ser felices con Él en el Cielo por toda la eternidad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, para imitar a María y a José, rezaré mucho esta semana. En los momentos perdidos, en lugar de entretenerme con pensamientos inútiles, pensaré en el amor de Jesús por mí. Le repetiré una y otra vez: «Jesús, Te amo. ¡Divino Niño Jesús de Belén, nace en mi corazón!» Haré todo lo posible por no ofenderle con el pecado para que en Navidad Él encuentre una cuna limpia y acogedora en mi corazón.
Cuarta semana de Adviento
María y José esperan el nacimiento de Jesús en oración.
Después de limpiar la gruta lo mejor posible, María y José se recogen en profunda oración. Meditan en el gran misterio de Dios que amó tanto a los hombres que les entregó a Su único Hijo. El Hijo de Dios deja Su Cielo para encarnarse, para enseñarnos con Sus palabras y Sus ejemplos el camino del Cielo. Jesús viene sobre todo a redimirnos de la esclavitud del pecado con Sus sufrimientos y Su muerte y a abrirnos el Cielo. Jesús no ha puesto límites a Su amor por nosotros. Estamos en la tierra para conocer, amar y servir a Dios, para poder ser felices con Él en el Cielo por toda la eternidad.
Para agradar a Dios, para asemejarme a Jesús, para imitar a María y a José, rezaré mucho esta semana. En los momentos perdidos, en lugar de entretenerme con pensamientos inútiles, pensaré en el amor de Jesús por mí. Le repetiré una y otra vez: «Jesús, Te amo. ¡Divino Niño Jesús de Belén, nace en mi corazón!» Haré todo lo posible por no ofenderle con el pecado para que en Navidad Él encuentre una cuna limpia y acogedora en mi corazón.