Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Jesús Crucificado y la Santísima Virgen María

Vía Crucis para pedir la contrición

Oración preparatoria

 

Oh Jesús, nuestro amoroso Salvador, nos postramos humildemente a Vuestros pies para implorar Vuestra divina misericordia por nosotros y por las almas de los fieles difuntos. Os rogamos que nos apliquéis todos los méritos infinitos de Vuestra santa Pasión, que vamos a meditar. Concedednos que, al entrar en este camino de suspiros y lágrimas, nuestros corazones estén tan contritos y arrepentidos que abracemos con alegría todas las contradicciones, sufrimientos y humillaciones de esta vida.

Y Vos, oh divina María, que primero nos habéis enseñado a hacer el Vía Crucis, obtened de la adorable Trinidad que Se digne aceptar, en reparación de tantas injurias que se Le han hecho, los afectos de dolor y de amor que el Espíritu vivificador suscitará en nosotros durante este santo ejercicio.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

1. Jesús es condenado a muerte.  

Consideremos la admirable sumisión de Jesús al recibir esta injusta sentencia, y tratemos de persuadirnos de que no fue sólo Pilatos quien Le condenó, sino todos los aquí presentes, y todos los pecadores del mundo que pedían Su muerte.

Digámosle, pues, llenos del más profundo dolor: Oh adorable Jesús, ya que son nuestros crímenes los que Os han llevado a la muerte, detestémoslos de todo corazón, para que nuestro arrepentimiento y penitencia nos obtengan el perdón y la misericordia.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

2. Jesús carga con Su Cruz.  

Consideremos con qué dulzura nuestro divino Maestro recibe sobre Sus hombros magullados y ensangrentados el terrible instrumento de Su tortura. Así quiere enseñarnos a llevar nuestra cruz, aceptando con la mayor resignación los malestares que nos son enviados desde el Cielo, o que nos vienen de las criaturas.

Oh dulce Jesús, no Os tocaba a Vos llevar esta cruz, puesto que erais inocente; sino a nosotros, miserables pecadores, cargados de toda clase de iniquidades. Dadnos, pues, fuerzas para imitaros, soportando sin refunfuñar las contrariedades y desgracias de esta vida, que, según el orden de Vuestra Providencia paternal, deben ser para nosotros ocasión de satisfacer Vuestra justicia, y medio de llegar a la Patria celestial.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

3. Jesús cae bajo el peso de Su Cruz.  

Consideremos a Jesucristo cuando entraba en el camino del Calvario. La sangre que había derramado en la flagelación y en la coronación de espinas Le había debilitado tanto que cayó bajo su pesada carga y sólo Se levantó de nuevo después de los ultrajes más sangrientos, que soportó sin mostrar ningún sentimiento de indignación. Así quiso expiar todas nuestras caídas y enseñarnos a resucitar mediante las austeridades de la penitencia, cuando hemos tenido la desgracia de caer en el abismo del pecado.

Oh buen Jesús, Os rogamos que nos tendáis una mano amiga en medio de tantos peligros a los que estamos expuestos. Que Vuestra gracia nos fortalezca en nuestras debilidades, para que, después de haberos seguido valientemente en el Calvario, podamos gustar los frutos deliciosos del árbol de la vida, y llegar a ser eternamente felices Con Vos.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

4. Jesús Se encuentra con Su Santísima Madre.  

Pensemos en lo doloroso que fue para este divino Hijo ver a Su amada Madre en circunstancias tan crueles, y para María ver a Su amado Hijo arrastrado inhumanamente por una banda de villanos, en medio de un pueblo innumerable que Le lanzaba insultos. Ante este espectáculo, Su corazón maternal es atravesado por mil espadas, y se entrega a toda clase de angustias. Ella quisiera liberar a nuestro Salvador y arrancarlo de las manos de Sus verdugos; pero sabe que nuestra salvación debe lograrse de esta manera. Por eso, uniendo el sacrificio de Su amor al de Su Hijo, participa en todos Sus sufrimientos y Se aferra a Él hasta el último suspiro.

Oh María, Madre de los Dolores, alcanzadnos este amor ardiente con el que habéis acompañado a Jesucristo en el monte santo, y esta firmeza que habéis manifestado al pie de la Cruz, para que permanezcamos constantemente con Vos allí, y que nada pueda separarnos jamás de la Cruz.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

5. Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar Su Cruz.  

Consideremos la gran bondad de Jesucristo hacia nosotros. Si permite que Le ayudemos a llevar Su Cruz, no es porque Él carezca de fuerzas, siendo Aquel que sostiene el universo; sino que quiere enseñarnos a unir nuestros sufrimientos a los Suyos, y a compartir con Él Su cáliz de amargura.

¡Oh Jesús, Maestro nuestro! Vos habéis bebido la parte más amarga y nos habéis dejado sólo la más pequeña. No permitad que seamos tan enemigos de nosotros mismos como para rechazarlo. Al contrario, aceptémosla de buen grado, para hacernos dignos de participar en los torrentes de delicias con que Vos embriagáis a Vuestros Elegidos en la tierra de los vivos.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

6. Verónica limpia la santa Faz de Jesús.  

Consideremos la acción heroica de esta santa mujer que atravesó la multitud de soldados para ver a su divino Maestro. Lo vio cubierto de saliva, polvo, sudor y sangre. Semejante visión conmovió su alma hasta las lágrimas; y su amor poniéndola por encima de todo temor, se acercó a Jesús, limpió aquel rostro desfigurado, aquel rostro augusto que extasiaba a todos los Santos, ante el cual los Ángeles se cubrían con sus alas, incapaces de soportar su brillo.

Oh Jesús, el más bello de todos los hijos de los hombres, ¡a qué estado Os ha reducido Vuestro amor por nosotros! Nunca habéis sido más digno de nuestra adoración y de nuestro homenaje. Por eso Os adoramos, y postrados ante Vuestra Divina Majestad, Os suplicamos que olvidéis todas nuestras ofensas, y devolváis a nuestra alma su antigua belleza, que ha perdido por el pecado.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

7. Jesús cae al suelo por segunda vez.  

Consideremos al Dios-Hombre sucumbiendo de nuevo. Contemplemos a esta santa víctima tendida en el suelo bajo el horrible peso del madero de Su sacrificio, expuesta una vez más a la crueldad de los soldados y de Sus asesinos. Es también para darnos una prueba de Su Amor infinito que Jesucristo permite esta segunda caída. También quiere mostrarnos que, aunque tantas veces volvamos a caer en el pecado, nunca debemos perder la confianza, sino esperarlo todo de Su misericordia; y que, en medio de las mayores aflicciones, no debemos ceder al desaliento; que el camino del Cielo está sembrado de espinas y cardos; que, para ser glorificados, antes debemos pasar por el crisol del sufrimiento.

Oh Jesús, fuerza nuestra, preservadnos de toda recaída y no permitáis que, perdiéndonos, tengamos la desgracia de hacer inútiles tantos trabajos y dolores que Vos habéis soportado para librarnos de la muerte eterna.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Antés de la Estación

Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

8. Jesús consuela a las hijas de Israel que Le siguen.  

Admiremos aquí la incomparable generosidad de Jesucristo. Se olvida, por decirlo así, de Sus propios sufrimientos, para ocuparse únicamente de los de las santas mujeres, y proporcionarles el consuelo que necesitaban en el gran abatimiento en que las había sumido Su deplorable estado. Al aconsejarles que no lloraran por Él, sino por sí mismas y por su pérfida patria, nos hizo sentir que su corazón sería poco sensible a nuestra compasión si no empezábamos por llorar nuestros pecados, que son la única causa de Sus dolores.

Oh amable Jesús, verdadero Consolador de las almas afligidas, dignaos mirarnos con ternura y misericordia; concedednos la gracia de acompañaros constantemente en el camino de la Cruz con las hijas de Jerusalén, para que, como ellas, oigamos las palabras de vida y gocemos de Vuestros inefables consuelos.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

9. Jesús cae por tercera vez.  

Observemos al adorable Jesús que ha llegado a la cima del Calvario. Está contemplando el lugar donde pronto será sacrificado a la furia de Sus enemigos. Lo que Le ocupa en este momento son nuestras interminables caídas, y la inutilidad de Su sangre para el gran número de pecadores. Este cruel pensamiento Le angustia y aflige Su tierno corazón más que todos los tormentos que todavía tiene que sufrir. Arroja Su alma en tan profunda tristeza y cruel abatimiento que, cuando Le fallan las fuerzas como en Su agonía, Se deja caer rostro en tierra.

Oh Jesús, víctima de amor, he aquí que estáis a punto de ser sacrificado por la salvación de la humanidad. Por favor, aplicadnos los méritos de Vuestro sacrificio en el tiempo, para que podamos ofreceros los méritos de nuestra alabanza en la eternidad.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

Antés de la Estación

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

10. Jesús es despojado de Sus vestiduras.  

Consideremos cuán grande fue el dolor de Jesucristo cuando los verdugos Le arrancaron la ropa. Todas las heridas que había recibido, y que habían pegado Su manto a Su sagrada carne, se reabrieron en ese momento para hacerle sufrir de golpe todos los tormentos de la flagelación. Pero lo que fue aún más doloroso para Él fue verlo desnudo y expuesto ante una inmensa multitud de espectadores.

¡Oh Jesús, Cordero divino! Aquí estáis, pues, en el lugar de Vuestro suplicio, y no habéis abierto la boca para quejaros. Qué elocuente y enérgico es Vuestro silencio! Con qué fuerza nos predica la necesidad de reprimir nuestra impaciencia y nuestras murmuraciones. Todavía Os dejáis despojar de Vuestras vestiduras, para expiar la desgracia que hemos tenido de perder el precioso don de la gracia. Ayudadnos, por favor, a recuperarlo, y despojadnos enteramente del hombre viejo, para que vivamos sólo según los sentimientos de Vuestro adorable corazón.

Después de la Estación

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PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

11. Jesucristo es clavado en la Cruz.  

Reflexionemos sobre Jesucristo ofreciéndose a Sus verdugos para ser crucificado, y Él mismo tendido en el madero de la Cruz. ¡Qué tormento no habrá soportado mientras los martillazos clavaban los clavos en Sus adorables pies y manos! Entonces Su carne se desgarró, Sus huesos se arrugaron, Sus nervios se rompieron, Sus venas se reventaron, la sangre fluyendo a grandes torrentes agotó Sus fuerzas, y añadió a tan horribles tormentos el de la sed más ardiente.

Oh pecado, maldito pecado! tú fuiste la causa de este mar de dolor en que contemplamos a la Víctima de nuestra salvación. ¡Ah, cristianos, qué exceso de amor, qué inmensa caridad! Que nuestros corazones se desgarren y se inflamen ante este espectáculo, que renuncien a todos los placeres terrenales, que se crucifiquen sin cesar con el de Jesús, y que nuestros ojos derramen torrentes de lágrimas día y noche.

Después de la Estación

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PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

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12. Jesús muere en la Cruz para nuestra salvación.  

Consideremos a Jesús, el Dios de toda santidad, muriendo entre dos villanos, y admiremos la dulzura y la fuerza de Su amor. Pide perdón a Su Padre por Sus verdugos; promete Su gloria al buen ladrón; encomienda Su Madre al discípulo amado; pone Su alma en manos de Su Padre; anuncia que todo está consumado, y expira por nosotros. En el mismo momento, todas las criaturas proclaman Su divinidad; la naturaleza entera se entristece y parece querer aniquilarse al ver expirar a su Creador.

Oh pecadores, ¿sois los únicos que permaneceréis insensibles ante tan conmovedor espectáculo? Mirad a vuestro Salvador y ved el espantoso estado al que Le han reducido vuestros crímenes. Él los perdona, sin embargo, si su arrepentimiento es sincero: tiene los pies atados para esperarlos, los brazos extendidos para recibirlos, el costado abierto y el corazón herido para derramar sobre ustedes todas las gracias, la cabeza inclinada para darles el beso de la paz y de la reconciliación. Corramos todos a Su Cruz y muramos por Él, ya que Él murió por nosotros.

Después de la Estación

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El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

13. Jesús es bajado de la Cruz y entregado a Su Madre.  

Consideremos el extremo dolor de esta tierna Madre tras la muerte de Jesús, Su divino Hijo. Contempló Su rostro pálido, ensangrentado y desfigurado; vio Sus ojos apagados, Su boca cerrada, Su costado abierto, Sus manos y pies traspasados. Esta visión es para Ella un martirio sin igual, cuyo precio sólo Dios puede conocer.

Oh María, somos nosotros la causa de Vuestra aflicción, y son nuestros pecados los que traspasaron Vuestra alma cuando clavamos a Jesucristo en la Cruz. Dignáos, oh Madre de Misericordia, obtener nuestro perdón, y permitidnos adorar en Vuestros brazos a nuestro amor crucificado. Que grabéis en nuestras almas el dolor que habéis sentido al pie de la Cruz, para que nunca perdamos su recuerdo.

Después de la Estación

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El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Antés de la Estación

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Os adoramos Señor y Os bendecimos,

Porque con Vuestra Santa Cruz habéis redimido al mundo.

(Entonces se anuncia la Estación: «Primera Estación»...etc)

14. Jesús es depositado en el sepulcro.  

Aquí, pues, oh Jesús, nuestro querido Redentor, aquí yace Vuestro Cuerpo adorable, prenda preciosa de nuestra salvación; que nuestro mayor consuelo en este valle de lágrimas sea recordar los tormentos y la muerte ignominiosa que habéis soportado para redimirnos.

Y ya que Vos habéis querido ser colocado en un sepulcro nuevo sólo para mostrarnos que era con un corazón nuevo como debíamos acercarnos a Vos en el sacramento de Vuestro amor, dignaos limpiarnos de todas nuestras manchas y hacednos dignos de sentarnos a menudo en Vuestro sagrado banquete. Enterrad en este mismo sepulcro todas nuestras iniquidades y concupiscencias, para que, muriendo a nuestras pasiones y a todas las cosas de este mundo, para llevar con Vos una vida oculta en Dios, merezcamos llegar a un final feliz, y contemplaros descubiertos en el esplendor de Vuestra gloria.

Después de la Estación

Después de la Estación

Después de la Estación

PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

V. ¡Tened piedad de nosotros, Señor!
R. ¡Tened piedad!

V. Que las almas de los fieles difuntos
R. Por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Recemos: Oh Dios, que habéis querido santificar la cruz, este signo de vida, por la sangre preciosa de Vuestro Hijo único, conceded a todos los que se glorían en esta santa cruz la gracia de poder gloriarse de Vuestra poderosa protección en todo tiempo y lugar, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Por el Sumo Pontífice

Por el Sumo Pontífice

Por el Sumo Pontífice

Solemos terminar diciendo cinco Padre nuestro, Dios Te salve y Gloria,con los brazos en cruz, en honor de las cinco llagas de Nuestro Señor, y un Padre nuestro, Dios Te salve y Gloria, por el Sumo Pontífice. PADRE NUESTRO, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén. DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús. Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
GLORIA AL PADRE, y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

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Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.