Gran San José, que tuviste la suerte de morir en los brazos
de Jesús y María, tú que fuiste asistido en tu última hora por
el mismo Hijo de Dios y por Su augusta Madre, tú a quien la
piedad de los fieles proclama patrón de la buena muerte,
alcánzanos la preciosa gracia de morir en el amor de Dios y
en el tuyo. Que, habiéndote amado toda la vida, sintamos
la dulzura de tu presencia en el momento de comparecer
ante Dios, y que digamos por última vez con todo el ardor
que nos anima en este día: