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Honroso homenaje al Corazón de Jesús
Adorable y amabilísimo Jesús, siempre lleno de amor por nosotros, siempre conmovido por nuestras miserias, siempre deseoso de compartir con nosotros Vuestros tesoros y de daros todo a nosotros; Jesús, Salvador mío y Dios mío, que, por el exceso del más ardiente y prodigioso de todos los amores, Os pusisteis en estado de víctima en la adorable Eucaristía, donde Os ofrecéis en sacrificio por nosotros un millón de veces cada día, ¿cuáles deben ser Vuestros sentimientos en este estado, encontrando por todo ello, en el corazón de la mayoría de los hombres, sólo dureza, olvido, ingratitud y desprecio? ¿No bastó, oh Salvador mío, haber tomado el camino que Os era más difícil para salvarnos, aunque podíais mostrarnos un amor excesivo a un precio mucho menor? ¿No bastó abandonaros por una vez a esta cruel agonía, y a la mortal incomodidad causada por la horrible imagen de nuestros pecados con la que fuisteis cargado? ¿Por qué querer todavía exponeros cada día a todas las indignidades de que era capaz la más negra malicia de los hombres y de los demonios? Ah, Dios mío y Redentor mío tan amoroso, ¿cuáles fueron los sentimientos de Vuestro Sagrado Corazón a la vista de todas estas ingratitudes y de todos estos pecados? ¿Cuál fue la amargura en que tantos sacrilegios y tantos ultrajes sumieron a Vuestro Corazón?
Movido de extremo pesar por todas estas indignidades, aquí estoy postrado y anonadado ante Vos para desagraviaros, a los ojos del cielo y de la tierra, por todas las irreverencias y ultrajes que habéis recibido en nuestros altares desde la institución de este adorable Sacramento. Con el corazón humillado y roto de dolor Os pido mil y un perdones por todas estas indignidades. ¿Qué puedo hacer, oh Dios mío, para rociar con mis lágrimas y lavar con mi sangre todos los lugares donde Vuestro Sagrado Corazón ha sido horriblemente ultrajado, y donde las marcas de Vuestro divino amor han sido recibidas con tan extraño desprecio? No podría yo, con algún nuevo género de homenaje, de humillación y de aniquilación, reparar tantos sacrilegios y profanaciones? No podría yo, por un momento, ser el maestro de los corazones de todos los hombres, para reparar de algún modo, con el sacrificio que yo Os haría, el olvido y la insensibilidad de todos aquellos que no han querido conoceros, o que, habiéndoos conocido, Os han amado tan poco?
Pero, oh mi amoroso Salvador, lo que me cubre de mayor confusión, lo que debe hacerme gemir aún más, es que yo mismo fui uno de esos ingratos. Dios mío, que veis el fondo de mi corazón, sabéis el dolor que siento por mi ingratitud y el pesar que siento al veros tratado tan injustamente. Así que aquí estoy, Señor, con el corazón roto, humillado, postrado, dispuesto a recibir de Vuestra mano cuanto queráis exigirme en reparación de tantos ultrajes. Golpead, Señor, golpead, bendeciré y besaré cien veces la mano que me imponga tan justo castigo. Cómo no voy a ser yo una víctima idónea para reparar tantos ultrajes! Cómo no voy a esparcir mi sangre por todos los lugares donde Vuestro sagrado Cuerpo ha sido arrastrado por el suelo y pisoteado! ¡Qué feliz sería si pudiera reparar tantos ultrajes, tanto desprecio y tanta impiedad por medio de todos los tormentos posibles! Si no merezco esta gracia, aceptad al menos el deseo sincero que tengo de ella.
Recibe, Padre Eterno, esta reparación de honor que Os hago, en unión con la que este Sagrado Corazón Os hizo en el Calvario, y la que María misma Os hizo al pie de la cruz de Su Hijo, y en vista de la oración que Os hace Su Sagrado Corazón, perdonadme tantas iniquidades y tantas irreverencias cometidas, y haz efectiva, por Vuestra gracia, la voluntad que tengo y la resolución que tomo de no olvidar nada para amar ardientemente y honrar, de todas las maneras posibles, a mi Soberano, mi Salvador y mi Juez, a quien creo verdaderamente presente en la adorable Eucaristía. Me propongo demostrar desde ahora, por el respeto con que estaré en Su presencia, y por mi asiduidad en cortejarle, que Le creo verdaderamente presente. Y así como hago profesión de honrar singularmente a Su Sagrado Corazón, es también en este mismo Corazón en el que deseo pasar el resto de mi vida. Concededme la gracia que Os pido, de exhalar mi último suspiro en este mismo Corazón a la hora de mi muerte. Amén.