La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
San Ivo (1253-1303), el santo patrón de los jueces y abogados, prefería defender los derechos de los pobres y era llamado «el abogado de los mendigos». Un día, mientras se alojaba en una posada de Tours, la anfitriona, una anciana viuda, le dijo, con lágrimas en los ojos, que al día siguiente debía comparecer ante los tribunales y que probablemente sería condenada a pagar 1.200 ducados, aunque era inocente. Esto es lo que había sucedido: dos desconocidos se habían quedado con ella y le habían confiado un bolso, y ella sólo debía entregárselo con la condición de que ambos estuvieran presentes. Un día llegaron, cenaron en la posada y se marcharon; entonces uno de ellos volvió, pidió el monedero y la anfitriona se lo dio. Una hora más tarde, el otro volvió y también pidió el bolso. Al enterarse de que su compañero ya lo había recibido, fingió estar desesperado y cuando el otro no volvió, demandó a la viuda. San Ivo estudió el caso y se presentó como defensor de la anfitriona. El demandante exigió que se condenara a la viuda por haber incumplido el contrato. San Ivo respondió que el bolso no se había perdido, pero que el demandante no lo recibiría hasta que trajera a su acompañante, ya que según el contrato sólo debía devolverse en presencia de ambos. Ante esta inesperada petición, nuestro hombre vio que se había metido en su propia trampa. Buscando subterfugios, se contradijo, y al final fue condenado mientras que la dueña del hotel fue absuelta.
San Ivo tenía el don de buen consejo.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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