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Una representación única del Belén.
San Ivo (1253-1303), el santo patrón de los jueces y abogados, prefería defender los derechos de los pobres y era llamado «el abogado de los mendigos». Un día, mientras se alojaba en una posada de Tours, la anfitriona, una anciana viuda, le dijo, con lágrimas en los ojos, que al día siguiente debía comparecer ante los tribunales y que probablemente sería condenada a pagar 1.200 ducados, aunque era inocente. Esto es lo que había sucedido: dos desconocidos se habían quedado con ella y le habían confiado un bolso, y ella sólo debía entregárselo con la condición de que ambos estuvieran presentes. Un día llegaron, cenaron en la posada y se marcharon; entonces uno de ellos volvió, pidió el monedero y la anfitriona se lo dio. Una hora más tarde, el otro volvió y también pidió el bolso. Al enterarse de que su compañero ya lo había recibido, fingió estar desesperado y cuando el otro no volvió, demandó a la viuda. San Ivo estudió el caso y se presentó como defensor de la anfitriona. El demandante exigió que se condenara a la viuda por haber incumplido el contrato. San Ivo respondió que el bolso no se había perdido, pero que el demandante no lo recibiría hasta que trajera a su acompañante, ya que según el contrato sólo debía devolverse en presencia de ambos. Ante esta inesperada petición, nuestro hombre vio que se había metido en su propia trampa. Buscando subterfugios, se contradijo, y al final fue condenado mientras que la dueña del hotel fue absuelta.
San Ivo tenía el don de buen consejo.
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