Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Liturgia para los domingos y las fiestas principales

Familia en oración
Primer Domingo de Adviento – La esperanza del Redentor

Reflexión sobre la Liturgia del día – de L’Année Liturgique, de Dom Prosper Guéranger

El mundo entero Te aguarda, ¡oh Redentor! Revélate a él, salvándole. La Iglesia Tu Esposa, comienza ahora un nuevo año; su primer clamor es un grito de angustia hacia Ti; su primera palabra es ésta: ¡Ven! Nuestras almas, oh Jesús, no quieren continuar caminando sin Ti por el desierto de esta vida. Estamos en el atardecer: el día va declinando y las sombras se echan encima: levántate, ¡oh Sol divino!, ven a guiar nuestros pasos y a salvarnos de la muerte.

Introito

A Ti elevo mi alma: en Ti confío, Dios mío: no sea yo avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos: porque todos los que esperan en Ti, no serán confundidos. Salmo. Muéstrame, Señor, Tus caminos: y enséñame Tus veredas. Gloria al Padre…

Oración

Excita, Señor, Tu potencia y ven, Te lo suplicamos: para que con Tu protección, merezcamos vernos libres de los inminentes peligros de nuestros pecados y con Tu gracia, podamos salvarnos. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

Oración a la Santísima Virgen María

Oh Dios, que quisiste que Tu Verbo Se encarnara por la palabra del Ángel en el seno de la Santísima Virgen María; concede que las oraciones de Tus siervos sean respondidas; que nosotros que La creemos la verdadera Madre de Dios podamos ser ayudados por Su intercesión.

Epístola

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos (XIII, 11-14).

Hermanos: Sabed que ya es hora de que surjamos del sueño, pues nuestra salud está ahora más cerca que cuando comenzamos a creer. Ha pasado la noche, ha llegado el día. Dejemos, pues, las obras de las tinieblas y empuñemos las armas de la luz. Marchemos honradamente, como de día: no en glotonerías y embriagueces, no en liviandades e impudicicias, no en contiendas y envidias: antes revestios del Señor Jesucristo.

Reflexión sobre la Epístola

El vestido que ha de cubrir nuestra desnudez es, pues, el Salvador que esperamos. Admiremos aquí la bondad de nuestro Dios, que al acordarse de que el hombre después del pecado se había ocultado sintiéndose desnudo, quiere El mismo servirle de velo cubriendo tan gran miseria con el manto de Su divinidad. Estemos, pues, atentos al día y a la hora de Su venida y cuidemos de no dejarnos invadir por el sueño de la costumbre y de la pereza. La luz brillará bien pronto; iluminen, pues, sus primeros rayos nuestra justicia o al menos nuestro arrepentimiento. Ya que el Salvador viene a cubrir nuestros pecados para que de nuevo no aparezcan, destruyamos nosotros, al menos, en nuestros corazones toda suerte de afecto a esos pecados; y que no se diga que hemos rehusado la salvación. Las últimas palabras de esta Epístola son las que, al abrir el libro, encontró San Agustín, cuando, instado desde hacía tiempo por la gracia divina para darse a Dios, quiso obedecer finalmente la voz que le decía: Tolle et lege; toma y lee. Fueron las que decidieron su conversión; entonces resolvió de repente romper con la vida de los sentidos y revestirse de Jesucristo. Imitemos su ejemplo en este día; suspiremos con vehemencia por esta gloriosa y amada túnica que, por la misericordia de Dios, será colocada dentro de poco sobre nuestras espaldas, y repitamos con la Iglesia esas emocionantes palabras, con las cuales no debemos temer cansar el oído de nuestro Dios:

Gradual

Señor, todos los que esperan en Ti no serán confundidos. Hazme conocer, Señor, Tus caminos y enséñame Tus veredas. Aleluya, aleluya. Muéstranos, Señor, Tu misericordia y danos Tu salud. Aleluya.

Evangelio

Continuación del santo Evangelio según San Lucas (XXI, 25-33.)

En aquel tiempo dijo Jesús a Sus discípulos: Habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido del mar y de las olas, secándose los hombres por el temor y la expectación de lo que sucederá en todo el orbe, pues las virtudes de los cielos se conmoverán. Y entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y majestad. Cuando comiencen a realizarse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Ved la higuera y todos los árboles: cuando ya producen de sí fruto, sabéis que está cerca el verano. Así también, cuando veáis que se realizan estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán.

Reflexión sobre el Evangelio

Debemos, por tanto, oh buen Jesús, esperar la repentina aparición de Tu terrible Advenimiento. Pronto vas a venir en Tu misericordia a cubrir nuestra desnudez con un vestido de gloria e inmortalidad; pero un día llegará en que vuelvas con una majestad tan deslumbradora, que los hombres quedarán secos de espanto. ¡Oh Cristo!, no quieras perderme en ese día de incendio universal. Visítame antes amorosamente: yo quiero prepararte mi alma. Quiero que en ella nazcas, para que el día en que las convulsiones de la naturaleza anuncien Tu próxima llegada, pueda yo levantar la cabeza, como Tus fieles discípulos, que, llevándote ya en sus corazones, no temerán Tus iras.

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.