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Rosario meditado
por Padre Juan Gregorio de la Trinidad
Oraciones antes del Rosario
- Se hace piadosamente la Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
- Ofrenda del Rosario
Me uno a todos los Santos que están en los Cielos, a todos los justos que están en la tierra, a todas las almas fieles que hay en este lugar. Me uno a Vos, Jesús mío, para alabar dignamente a Vuestra Santísima Madre y alabaros en Ella y por Ella. Renuncio a todas las distracciones que me sobrevengan durante este Rosario. Quiero rezarlo con modestia, atención y devoción, como si fuera el último de mi vida. R. Amén.
Os ofrecemos, Santísima Trinidad, este Credo para honrar todos los misterios de nuestra fe; este Padrenuestro y estas tres Avemarías para honrar la Unidad de Vuestra esencia y la Trinidad de Vuestras Personas. Os pedimos fe viva, firme esperanza y ardiente caridad. R. Amén.
- Se reza el Símbolo de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra: y en Jesucristo, Su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia de Jesucristo, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
- Se reza un Padrenuestro
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbradnos del mal. Amén.
- Se rezan tres Ave María
Dios Te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre las mujeres, y bendito es Tu Hijo, Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
- Se reza un Gloria al Padre
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Misterios Dolorosos
Primer Misterio: La Agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní
Pidamos una contrición sincera por todos nuestros pecados.
PIDAMOS la gracia de comprender toda la malicia del pecado; es la causa de la mortal agonía y la dolorosa Pasión de Nuestro Señor. Pidamos el temor de ofender a Dios, la contrición por nuestras faltas, el arrepentimiento por nuestros pecados, la compunción del corazón.
Oremos por la conversión de los pecadores y especialmente por nuestra propia conversión. Imploremos a Dios que nos conceda la gracia de la conversión. Que Él nos haga comprender que la única gran desgracia que puede ocurrirle a un ser humano es perder la gracia de Dios y la amistad divina. El resto no es nada: perder la salud, perder la fortuna, o incluso la vida misma… Todos tendremos que morir algún día. Tarde o temprano, la muerte se llevará cada una de nuestras vidas, y en ese momento perderemos todo lo que poseemos aquí abajo. No nos llevaremos nada a la tumba. Lo único que no desaparecerá es nuestra alma, llamada a la beatitud eterna. Poseerá esta felicidad sin fin si está unida a Dios a través de la gracia. En cambio, si la hora de la muerte la encuentra separada de la gracia divina, perderá la felicidad eterna para la que Dios la había destinado. Pidamos la gracia de comprender la importancia primordial de la salvación de nuestra alma, esa alma que ha costado la Sangre de Dios.
Recemos por los moribundos, y por todos aquellos que se presentarán ante Dios en este día.
Oraciones para la Decena
Se reza un Padrenuestro
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Amén
Se rezan diez Dios Te salve María
Dios Te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Se reza un Gloria al Padre
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
En Fátima Nuestra Señora pidió que se rezara la siguiente oración después de cada decena:
Oh Jesús mío, perdonadnos nuestros pecados, líbradnos del fuego del infierno, y llevad al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Vuestra misericordia.
Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús
Pidamos la gracia de la mortificación de nuestros sentidos.
CONTEMPLEMOS a nuestro Salvador desgarrado de pies a cabeza por los látigos de los torturadores. Por este misterio, pidamos la gracia de la mortificación, el espíritu de la penitencia. San Pablo dice: Los que pertenecen a Cristo han crucificado su carne con sus pasiones y deseos. Ese es el camino indispensable si queremos ser cristianos, verdaderos discípulos de Jesucristo. Pidamos, para nosotros y para todos nuestros hermanos y hermanas, la gracia del espíritu de oración y de penitencia, por el cual el mundo se salvará. La oración y la penitencia purifican nuestras almas y las santifican. Pidamos estas gracias por los méritos de las santas Llagas de Nuestro Señor, por los azotes dolorosos que sufrió para expiar nuestros pecados.
Según las revelaciones hechas a Santa Brígida y a otros Santos, el cuerpo de Jesús fue una herida abierta. Las imágenes que reproducimos disminuyen enormemente la realidad. Si fuéramos a representar a Jesús como era, no Se vería como un hombre. Como dice el Salmo, Soy un gusano, y no un hombre, el reproche de los hombres y el paria de la gente… Me han traspasado las manos y los pies; han contado todos Mis huesos. La carne de Jesús estaba tan desgarrada que se podían ver Sus huesos. Nuestro Señor sufrió tan atroz flagelación para expiar nuestros pecados de la carne.
Pidamos, por los méritos de esta cruel flagelación, la mortificación necesaria que nos hará verdaderos cristianos; pidamos a Jesús, por los méritos de Sus santas Llagas, que sane las heridas de nuestra alma y nos ayude a mantener una gran pureza de cuerpo y mente.
Oraciones para la Decena
Se reza un Padrenuestro
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Amén
Se rezan diez Dios Te salve María
Dios Te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Se reza un Gloria al Padre
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
En Fátima Nuestra Señora pidió que se rezara la siguiente oración después de cada decena:
Oh Jesús mío, perdonadnos nuestros pecados, líbradnos del fuego del infierno, y llevad al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Vuestra misericordia.
Tercer Misterio: Jesús está coronado de espinas
Pidamos la gracia de la mortificación de la mente y del corazón.
CONTEMPLEMOS a Jesús recibiendo el ignominioso ultraje de la corona de espinas: los soldados Lo convirtieron en un rey de teatro, se burlaron y se mofaron de Él. Cristo nuestro Salvador fue ultrajado y frustrado hasta el último grado. Los torturadores Le pusieron en la cabeza una corona cruel, cuyas espinas atravesaron Su adorable cabeza por todos lados. Esta fue una tortura inaudita. Sólo el Dios Hombre podía soportar tan atroces dolores; Jesús sufrió más allá de lo que podemos imaginar.
Soportó este terrible tormento de la corona de espinas para expiar todos los pecados de la mente humana, del hombre que se cree más sabio que Dios, que se rebela, quiere analizarlo y sopesar todo, quiere razonar sobre todo. Pidamos a Nuestro Señor la humildad, la mortificación de la mente, el sacrificio de nuestro juicio con espíritu de fe; pidámosle la humildad de la que nos da ejemplo en este misterio. Hoy en día, los «cabezas duras» quieren entenderlo todo, explicarlo todo. Tener fe significa creer sin razonar, caminar sin entender. En cuanto las cosas se vuelven claras y evidentes, dejamos de caminar por el camino de la fe.
Pidamos esta gracia de mortificación de la mente, la gracia de ser como niños pequeños a través de la humildad de la mente y la sencillez del corazón, para poder entrar en el cielo: Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pidamos la gracia de estar dispuestos a sufrir cualquier cosa, insultos, humillaciones, desprecios, por amor a Dios.
Oraciones para la Decena
Se reza un Padrenuestro
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Amén
Se rezan diez Dios Te salve María
Dios Te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Se reza un Gloria al Padre
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
En Fátima Nuestra Señora pidió que se rezara la siguiente oración después de cada decena:
Oh Jesús mío, perdonadnos nuestros pecados, líbradnos del fuego del infierno, y llevad al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Vuestra misericordia.
Cuarto Misterio: Jesús lleva la Cruz a cuestas
Pidamos la gracia de abrazar con gran amor las cruces que Dios nos da.
SEGUIMOS a nuestro Salvador en el camino al Calvario. Pidamos a la Santísima Virgen que nos obtenga la gracia de llevar nuestra cruz con valentía, con amor, como Jesús pide a todo cristiano: Si alguien quiere venir en pos de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y que Me siga, que siga Mis pasos. Negarse a sí mismo significa dejar «yo» de lado, ir en contra de las tendencias naturales. Debemos pisar nuestros deseos carnales, es decir, todos los deseos naturales dentro de nosotros, que no están en conformidad con la santa voluntad de Dios. El hombre busca todo lo que le puede dar placer y huye de todo lo que le puede dar problemas. Tomar su cruz diariamente y seguir a Jesús significa vivir continuamente en el espíritu de sacrificio y mortificación. Examinémonos sinceramente: ¿Soy realmente un discípulo de Jesucristo? ¿No soy a menudo un discípulo del mundo y de sus máximas? ¿No soy un discípulo de mí mismo, siguiendo mis tendencias, mis pequeños caprichos, mi voluntad propia, en lugar de conformar mi vida a las exigencias de la enseñanza evangélica? Dios no espera que seamos impecables; el hombre es desdichado, depravado por el pecado original e inclinado a todo vicio. Pero Dios quiere que el hombre se humille y reconozca su miseria, que se rebaje y tome su cruz diariamente. Nuestro Señor cayó varias veces en Su camino hacia el Calvario, precisamente para mostrarnos que podemos tener la desgracia de caer, pero que debemos levantarnos muy rápidamente, tomar nuestra cruz y seguir valientemente a Jesús. Por este misterio, pidamos paciencia y amor a la cruz.Oraciones para la Decena
On récite un Notre Père
NOTRE PÈRE, qui êtes aux cieux, que Votre Nom soit sanctifié, que Votre règne arrive, que Votre volonté soit faite sur la terre comme au ciel.
Donnez-nous aujourd’hui notre pain quotidien, pardonnez-nous nos offenses comme nous pardonnons à ceux qui nous ont offensés, et ne nous laissez pas succomber à la tentation, mais délivrez-nous du mal. Ainsi soit-il.
On récite dix Je Vous salue Marie
JE VOUS SALUE, MARIE, pleine de grâces, le Seigneur est avec Vous; Vous êtes bénie entre les femmes, et Jésus, Votre Fils, est béni.
Sainte Marie, Mère de Dieu et notre Mère, priez pour nous, pécheurs, maintenant et à l’heure de notre mort. Ainsi soit-il.
On récite un Gloire au Père
GLOIRE AU PÈRE, au Fils et au Saint-Esprit et à la Mère de Dieu.
Comme au commencement, maintenant et toujours dans les siècles des siècles. Ainsi soit-il.
Notre-Dame à Fatima a demandé de réciter après chaque dizaine, la prière suivante:
Ô MON JÉSUS, pardonnez-nous nos péchés, préservez-nous du feu de l’enfer et conduisez au ciel toutes les âmes, spécialement celles qui ont le plus besoin de Votre miséricorde.
Quinto Misterio: La Crucifixión y Muerte de Jesús en la Cruz
Pidamos la gracia de morir a nosotros mismos y vivir sólo para Dios. Pidamos la perseverancia de los justos, la conversión de los pecadores y la liberación de las almas del purgatorio.
CONTEMPLEMOS a nuestro Redentor clavado en la cruz y derramando hasta la última gota de Su preciosa sangre para abrirnos la puerta del cielo. Pidamos a Nuestra Señora de los Infinitos Dolores que nos obtenga la gracia de tener siempre presente el pensamiento de la Pasión de Nuestro Señor. El recuerdo de los sufrimientos de nuestro Salvador es un gran consuelo en las penas de esta vida, un estimulante para animarnos a sacrificarnos a nuestra vez por amor a Dios. Cuando vemos a Jesús tratado así, ya no tenemos ganas de quejarnos, nosotros que somos criaturas miserables. La vista de las humillaciones de Jesús nos hace aceptar el desprecio y el humillación como algo que nos corresponde. Unamos nuestros pequeños sufrimientos terrenales a los de Jesús, para darles mérito y valor infinito. La cruz hace santos o reprobados. El buen ladrón aceptó su sufrimiento y se salvó. El ladrón malo se enfureció y blasfemó; su rechazo a la cruz lo llevó a la perdición. El sufrimiento hace crecer a las almas si lo aceptan con amor y sumisión, pero es una ocasión de perdición para los que se rebelan y murmuran contra Dios. Aprovechemos bien las contradicciones, los sufrimientos y las humillaciones que Dios pone en nuestro camino para hacernos progresar espiritualmente; los sufrimientos son las gracias preeminentes de Dios. Pidamos a nuestra buena Madre celestial que nos obtenga de Su divino Hijo crucificado la gracia de arder en Su infinito amor y de perseverar en Su amor hasta el final; que seamos almas generosas, dispuestas a todo, a pesar de nuestras miserias y debilidades.Oraciones para la Decena
Se reza un Padrenuestro
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el Tu Nombre; venga a nos el Tu reino; hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdonadnos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Amén
Se rezan diez Dios Te salve María
Dios Te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es Tu Hijo Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Se reza un Gloria al Padre
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
En Fátima Nuestra Señora pidió que se rezara la siguiente oración después de cada decena:
Oh Jesús mío, perdonadnos nuestros pecados, líbradnos del fuego del infierno, y llevad al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Vuestra misericordia.
Oraciones después del Rosario
Salve oh Reina
Salve, Reina; Madre de misericordia, vida, dulzura, y esperanza nuestra; salve. Los desterrados hijos de Eva, clamamos a Vos desde este valle de lágrimas; y entre gemidos y llantos, suspiramos por Vos. Ea, pues, Abogada nuestra: dirigid esos Vuestros ojos de misericordia sobre nuestras almas. Y después de este destierro, mostradnos a Jesús, fruto bendito de Vuestro santo vientre.
¡O clementísima! ¡O piadosa! ¡O dulce Vírgen María!
V/ Rogad por nosotros, santa Madre de Dios.
R/ Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos: Dios eterno y todopoderoso, que por la acción del Espíritu Santo preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa María, Virgen y Madre, para hacer de Ella una morada digna de Tu Hijo, concédenos, en la alegría que nos da celebrar Su memoria, ser liberados, por Su benévola intercesión, de los males que nos amenazan y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor.
R/ Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y de la Madre de Dios. Amén.