Consideremos la gloria de María al haber sido consolada en la
muerte, no sólo por los Apóstoles y los Santos, sino también
por Jesucristo Su divino Hijo. Contemplando el exceso de
gozo que experimentó en ese último momento por tantos fa-
vores, encomendémonos a Ella, diciendo:
Oh gloriosa Virgen! que habéis tenido el consuelo de morir en
presencia de los Apóstoles y de los Santos, alcanzadnos la gracia de
ser asistidos en nuestra última hora por Vos y por nuestros santos
patronos.
Dios Te salve, María…
Oh gloriosa Virgen! que en el momento de la muerte Os habéis
alimentado con la presencia de Jesús, Vuestro divino Hijo,
alcanzadnos la gracia de ser alimentados por Él recibiendo el Santo
Viático en este último momento.
Dios Te salve, María…
Oh gloriosa Virgen! que habéis entregado Vuestro espíritu en las
manos de Jesús, obtenednos la gracia de abandonarnos a Él sin
reservas durante la vida y la muerte, para que no pensemos nunca
en otra cosa que en cumplir Su santísima voluntad.
Dios Te salve, María…
Exaltemos la gloria de María, que fue asistida en la muerte por los
Apóstoles y por Jesús, Su Hijo; aplaudamos Su triunfo, diciendo con
los Querubines, segundo coro de los Ángeles:
3 Dios Te salve, María…
Oremos. Os rogamos, Señor, que perdonéis los pecados de Vuestros
siervos, para que, incapaces de agradaros con nuestras acciones,
seamos salvados por la intercesión de la Madre de Vuestro Hijo
Nuestro Señor. Amén.