Consideremos cuán glorioso fue para María morir por
puro amor de Dios. Si queremos tener un poco de parte en
este fuego divino, dirijámonos a Ella diciendo:
Oh María, Virgen bendita, que habéis dejado la vida mortal por la
violencia del amor de Dios, pedid que se encienda en nosotros
esta llama del amor divino, según el beneplácito de Dios.
Dios Te salve, María…
¡Oh María! Virgen Santísima, que muriendo de amor nos habéis
enseñado cómo debe ser nuestro afecto a Dios, obtened para
nosotros que permanezcamos siempre unidos a Él en la vida y en
la muerte.
Dios Te salve, María…
¡Oh María! Virgen Santísima, que al dejar la vida por la fuerza del
puro amor, nos habéis mostrado con qué fuego ardía Vuestro
corazón, alcanzadnos al menos una chispa de ese fuego divino
que nos hace arrepentirnos verdaderamente de nuestras faltas.
Dios Te salve, María…
Exaltemos la gloria inefable de María, abrasada de amor divino, y
digamos, con los Tronos, el tercer coro de los Ángeles:
3 Dios Te salve, María…
Oremos. Os rogamos, Señor, que perdonéis los pecados de
Vuestros siervos, para que, incapaces de agradaros con nuestras
acciones, seamos salvados por la intercesión de la Madre de
Vuestro Hijo Nuestro Señor. Amén.