La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Laréveillère-Lépaux, uno de los miembros del gobierno ateo, fruto de la Revolución Francesa, llevaba mucho tiempo devanándose los sesos para encontrar una nueva religión: finalmente inventó la teofilantropía, que no encontró adeptos. Se quejó a Talleyrand, que le respondió: «No me sorprende su fracaso; si quiere tener éxito, debe hacer milagros. Cura a los enfermos, resucita a los muertos, hazte crucificar y enterrar, y resucita al tercer día. Te aseguro que todo el universo te seguirá. Uno puede imaginar la incomodidad del filósofo.
En las Indias Orientales, donde San Francisco Javier predicó con tanto éxito, todavía hay pequeñas comunidades cristianas aquí y allá que remontan su origen a este gran apóstol. Un día, un misionero protestante llegó a uno de ellos y convocó a los habitantes a su predicación. Le preguntaron si, como San Francisco, tenía su misión del Papa de Roma. Respondió con insultos contra el Papa y el catolicismo, al que llamó idolatría. El líder de la comunidad se acercó entonces y le dijo: «Tráenos pruebas y te creeremos como a San Francisco. – ¿Qué prueba?», respondió. Y le contaron tres sorprendentes milagros que el apóstol había realizado en el pueblo. Con eso, se alejó rápidamente.
– También nosotros podríamos preguntar a los predicadores de las nuevas religiones: ¿Dónde están sus milagros? – Dios acredita a Sus enviados con milagros.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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