La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
En 1053, el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, provocó el cisma definitivo entre las Iglesias griega y romana. Defendió el principio de la supremacía de Constantinopla, diciendo que desde que la residencia de los emperadores se había trasladado de Roma a Constantinopla, sólo los patriarcas de Bysance podían reclamar el poder espiritual supremo. Por eso enseñó, en contra de Roma, que el Espíritu Santo procede sólo del Padre y no del Padre y del Hijo. En la época de los grandes concilios (Lyon 1275 y Florencia 1439), los planes de unión entre las Iglesias latina y griega fueron abortados, porque los oradores griegos habían dicho: «Antes los turcos que el Papa». Ahora, 400 años después de separarse del Papa, la Iglesia griega cayó bajo el yugo de los turcos, y por una singular coincidencia, en la fiesta del Espíritu Santo, pues fue el lunes de Pentecostés cuando los turcos entraron por la brecha en la ciudad de Constantino. Inmediatamente después de la toma de Bysance, el sultán Mohamed II hizo destruir la iglesia del Patriarca Cerularus y construir en su lugar una mezquita. Los griegos tuvieron que entregar todas sus basílicas de piedra a los vencedores y se vieron obligados a construir sus iglesias en madera.
Este es el terrible castigo en que incurrió la Iglesia griega al negar el dogma relativo al Espíritu Santo.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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