La lema para 2023: La Paciencia
Les deseo esta virtud cristiana de la paciencia.
La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Todos los misterios que hemos celebrado hasta aquí, estaban contenidos en el augusto Sacramento, que es el memorial y como el resumen de las maravillas que el Señor hizo por nosotros. La realidad de la presencia de Cristo bajo las especies sacramentales, hizo que en la Hostia reconociésemos en Navidad al Niño que nos nació; en Pasión, la víctima que nos rescató; en Pascua, al vencedor de la muerte. No podíamos celebrar todos estos misterios sin apelar en nuestro socorro al inmortal Sacrificio, y no podía ser ofrecido, sin renovarlos ni reproducirlos.
Anuncio de la muerte del Señor. – La Sagrada Eucaristía como Sacrificio y Sacramento, es el centro mismo de la religión cristiana; por eso el Señor quiso que el hecho de su institución, descansase, en los escritos inspirados, sobre cuádruple testimonio. San Pablo, a quien acabamos de escuchar, une su voz a la de San Mateo, San Marcos y San Lucas. Apoya su relato, conforme en todo al de los evangelistas, sobre la misma palabra del Salvador, que Se dignó aparecérsele e instruirle en persona, después de su conversión.
El Apóstol insiste sobre el poder que el Señor dió a Sus discípulos de renovar la acción que acababa de realizar, y en particular nos enseña que cada vez que el sacerdote consagra el cuerpo y sangre de Jesucristo, anuncia la muerte del Señor, manifestando por estas palabras la unidad del sacrificio sobre la cruz y sobre el altar. Por la inmolación del Redentor sobre la cruz, la carne de este cordero de Dios llega a ser asimismo “verdadera comida”, y Su sangre, “verdadera bebida”, como lo dirá pronto el Evangelio. No lo olvide el cristiano ni en este día de triunfo. Lo hemos visto hace un instante: la Iglesia en la Colecta no desea sino inculcar profundamente en el alma de sus hijos la última y tierna recomendación del Señor: “Cada vez que bebáis de este cáliz de la nueva alianza, hacedlo en memoria Mía.” La elección que hace para la Epístola de este trozo del gran Apóstol, debe servir al cristiano para comprender mejor que la carne divina que alimenta su alma, fué preparada en el Calvario, y que, si el Cordero está hoy vivo e inmortal, por una muerte dolorosa fué por la que llegó a ser nuestro alimento. El pecador reconciliado debe recibir con compunción el sagrado Cuerpo, del que debe reprocharse amargamente el haber agotado toda la Sangre por sus pecados; el justo participará de él con humildad, acordándose de que también él tuvo su parte en los dolores del Cordero inocente, y que, si hoy siente en sí la vida de la gracia, no lo debe sino a la Sangre de la Víctima, cuya Carne le va a ser dada en alimento.
Los alimentó con grosura de trigo, aleluya: y los sació con miel de la roca, aleluya, aleluya, aleluya. – Salmo: Ensalzad a Dios, nuestro ayudador: cantad jubilosos al Dios de Jacob.
Oh Dios, que bajo este admirable Sacramento, nos dejaste el recuerdo de Tu pasión: suplicámoste hagas que veneremos de tal modo los sagrados Misterios de Tu Cuerpo y Sangre, que sintamos siempre en nosotros el fruto de Tu redención.
Hermanos: Pues yo recibí del Señor lo que os he enseñado a vosotros: que el Señor Jesús, en la noche que iba a ser entregado, tomó el pan, y, dando gracias, lo partió, y dijo: Tomad, y comed: Este es Mi cuerpo, que será entregado por vosotros: haced esto en memoria Mía. Tomó igualmente el cáliz, después que cenó, diciendo: Este cáliz es el Nuevo Testamento en Mi sangre. Haced esto, cuantas veces bebáis, en memoria Mía. Porque, cuantas veces comáis este pan, y bebáis el cáliz, anunciaréis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien comiere este pan, o bebiere el cáliz del Señor, indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Pruébese, pues, el hombre a si mismo: y coma así de este pan y de este cáliz. Porque, el que lo come, o lo bebe, indignamente, come y bebe su propio juicio, no distinguiendo el cuerpo del Señor.
Los ojos de todos están fijos en Ti, Señor: y Tú les das el sustento en tiempo oportuno. Abres Tu mano: y llenas de bendición a todo viviente. Aleluya, aleluya. Mi carne es verdaderamente comida, y Mi sangre es verdaderamente bebida: el que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí y Yo en él. Aleluya.
En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas de los judíos: Mi carne es verdaderamente comida, y Mi sangre es verdaderamente bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí, y Yo en él. Como Me envió el Padre viviente, y Yo vivo por el Padre: así, el que Me coma a Mí, también vivirá por Mí. Este es el pan que descendió del cielo. No será como con vuestros padres, que comieron el maná y murieron. El que coma este pan, vivirá eternamente.
Les deseo esta virtud cristiana de la paciencia.
En todas nuestras necesidades, imploremos a nuestra buena Madre del Cielo, que obra prodigios de gracia cada día en el lugar bendito de Lourdes, donde nos manifiesta Su amor de manera especial.
Les deseo la santidad. Deseo que sean como Jesucristo.
Jesucristo, que tanto sufrió por la salvación de todos los hombres, Se apresura a responder a las oraciones que ofrecemos por la conversión de las almas perdidas.
«¡Cuanto más Me honréis, tanto más les bendeciré!»
LOCALIZACIÓN:
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CP 4478 Mont-Tremblant QC J8E 1A1 Canada
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(819) 688-6548
Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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