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Consagración a María
Os saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y Os elijo como mi Madre queridísima; Os ruego que me aceptéis como hijo y siervo Vuestro; no quiero tener otra madre y señora que Vos. Por eso Os ruego, mi buena, bondadosa y tierna Madre, que recordéis que soy Vuestro hijo, que Vos sois muy poderosa y que yo soy una pobre, vil y débil criatura. Os ruego también, mi dulcísima y querida Madre, que me gobernéis y me defendáis en todas mis acciones; porque, ay, soy un pobre necesitado y un mendigo que necesita de Vuestra santa ayuda y protección. ¡Pues bien! Virgen Santísima, dulce Madre mía, hacedme partícipe de Vuestros bienes y de Vuestras virtudes, especialmente de Vuestra santa humildad, de Vuestra excelente pureza y de Vuestra fervorosa caridad; pero, sobre todo, concededme:
(Aquí se pide la gracia deseada).
No me digáis, Virgen misericordiosa, que no podéis, pues Vuestro amado Hijo Os ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Tampoco me diréis que no debéis, porque sois la Madre común de todos los pobres hijos de Adán, y especialmente la mía; así que, dulcísima Virgen, puesto que sois mi Madre y sois muy poderosa, ¿qué podría excusaros si no me prestaseis Vuestro auxilio? Mirad, Madre mía, que estáis obligada a concederme lo que Os pido, y a consentir a mis gemidos. Por eso, exultad en el cielo y, por Vuestra intercesión, concededme todos los bienes y gracias que necesito.