La lema para 2023: La Paciencia
Les deseo esta virtud cristiana de la paciencia.
La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Cuando todas las cosas dormían en profundo sueño, y la noche llegaba a la mitad de su carrera, Tu omnipotente Verbo, Señor, vino del cielo, desde Su trono real. Salmo: El Señor reinó, Se vistió de hermosura: el Señor Se vistió y ciñó de fortaleza. – Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, y a la Madre de Dios.
Omnipotente y sempiterno Dios, dirige nuestros actos conforme a Tu beneplácito: para que, en nombre de Tu amado Hijo, merezcamos abundar en buenas obras. El cual vive y reina contigo.
Hermanos: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del siervo, aunque es el señor de todo, sino que está bajo tutores y celadores, hasta el tiempo señalado por el Padre. Así también nosotros cuando éramos niños, servíamos bajo los rudimentos del mundo. Mas, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a Su Hijo, hecho de mujer, sujeto a la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Mas, porque sois hijos, envió Dios el Espíritu de Su Hijo a vuestros corazones, el cual clama: ¡Abba, Padre! Ya no hay, pues, siervo sino hijo; y, si hijo, también heredero por Dios.
El Niño, nacido de María, recostado en el pesebre de Belén, eleva Su débil voz hacia el Padre de los siglos, y Le llama «¡Padre Mío!» Se vuelve a nosotros y nos dice «¡Hermanos míos!» Por consiguiente, también nosotros podemos decir Padre nuestro, al dirigirnos a Su eterno Padre. Este es el misterio de la adopción divina que se nos revela estos días. Todo ha cambiado en el cielo y en la tierra: Dios no tiene solamente un Hijo, sino muchos; en adelante, no somos en Su presencia simples criaturas sacadas de la nada, sino hijos de Su amor. El cielo no es sólo el trono de Su gloria; sino también herencia nuestra; tenemos allí nuestra parte asegurada junto a la de Jesús, nuestro hermano, Hijo de María, Hijo de Eva, Hijo de Adán por Su naturaleza humana, como es al mismo tiempo en unidad de persona, Hijo de Dios por Su naturaleza divina. Pensemos sucesivamente en el bendito Niño que nos ha merecido todos estos bienes, y la herencia a que nos ha dado derecho. Maravíllese nuestro espíritu de tan alta distinción concedida a simples criaturas, y demos gracias a Dios por tan incomprensible beneficio.
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres: la gracia está pintada en Tus labios. – Mi corazón rebosa palabras buenas, dedico mis obras al Rey: mi lengua es como la pluma de un escribiente veloz. Aleluya, aleluya. – Y. El Señor reinó, Se vistió de hermosura: el Señor Se vistió de fortaleza y Se ciñó de poder. Aleluya.
En aquel tiempo, José y María, la Madre de Jesús, estaban admirados de las cosas que se decían de El. Y les bendijo Simeón, y dijo a Su Madre María. He aquí que Éste ha sido puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para señal a la que se contradecirá: y una espada traspasará Tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Y estaba (allí) Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, la cual era de edad avanzada, y había vivido siete años con su marido desde su virginidad. Y era ya viuda de ochenta y cuatro años, y no se apartaba del templo, sirviendo en él día y noche con ayunos y oraciones. También ella, llegando a la misma hora, alababa al Señor, y hablaba de El a todos los que esperaban la redención de Israel. Y, cuando cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el Niño crecía, y Se fortalecía, lleno de sabiduría: y la gracia de Dios estaba con Él.
El curso de los relatos evangélicos obliga a la Iglesia a presentarnos ya al divino Niño en brazos de Simeón, quien profetiza a María la suerte futura del hijo que ha dado al mundo. Aquel corazón de madre, completamente sumergido en las alegrías de tan maravilloso nacimiento, siente ya la espada que la anuncia el anciano del templo. El hijo de Sus entrañas habrá de ser, por tanto, una señal de contradicción en la tierra; el misterio de la adopción divina del género humano no podrá realizarse sino por medio del sacrificio de este Niño cuando llegue a hombre. Mas, nosotros, redimidos por Su sangre, no debemos precipitar demasiado los acontecimientos. Tiempo tendremos de contemplar al Emmanuel en medio de los trabajos y sinsabores; hoy se nos permite todavía no ver en El más que al Niño que nos ha nacido y alegrarnos con Su venida. Oigamos a Ana que nos habla de la redención de Israel. Consideremos la tierra, regenerada con el nacimiento de su Salvador; admiremos y estudiemos con humilde amor, a Jesús, lleno de sabiduría y de gracia y que acaba de nacer ante nosotros.
Durante el Ofertorio, la Iglesia canta la maravillosa renovación operada en este mundo, al que ha librado de la ruina; celebra al Dios poderoso que ha bajado al establo, sin que por eso deje Su trono eterno.
Dios afirmó el orbe de la tierra, que no se conmoverá: Tu asiento, oh Dios, está seguro, desde entonces; Tú existes eternamente.
Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que el don ofrecido ante los ojos de Tu majestad, nos obtenga la gracia de una piadosa devoción, y nos adquiera la posesión de una eternidad dichosa. Por el mismo Señor Jesucristo…
Les deseo esta virtud cristiana de la paciencia.
En todas nuestras necesidades, imploremos a nuestra buena Madre del Cielo, que obra prodigios de gracia cada día en el lugar bendito de Lourdes, donde nos manifiesta Su amor de manera especial.
Les deseo la santidad. Deseo que sean como Jesucristo.
Jesucristo, que tanto sufrió por la salvación de todos los hombres, Se apresura a responder a las oraciones que ofrecemos por la conversión de las almas perdidas.
«¡Cuanto más Me honréis, tanto más les bendeciré!»
LOCALIZACIÓN:
290 7e rang Mont-Tremblant QC J8E 1Y4
CP 4478 Mont-Tremblant QC J8E 1A1 Canada
(819) 688-5225
(819) 688-6548
Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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