La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Un joven novicio de la Orden de San Francisco estaba a punto de tomar el hábito religioso. Cuando estaba en el mundo, siempre había tenido la piadosa costumbre de tejer cada día una corona de flores, que luego colocaba en la frente de una estatua de la Santísima Virgen. Al no poder continuar esta práctica devocional en su convento, estuvo a punto de decidir dejar el hábito religioso. Pero mientras pensaba en esto, María Se le apareció y le ordenó que sustituyera la corona de flores por la corona espiritual del Rosario.
El Rosario es como el breviario de todos los siervos de la Santísima Virgen. Es el único libro de los ciegos y los pobres. Es el libro de la madre cristiana que acuna a su hijo mientras saluda a la Madre divina que está en el cielo. Es el libro más conveniente para los peregrinos; es el libro del anciano cuyo ojo está insensiblemente cerrado a las cosas de este mundo; es el libro de los enfermos, mejor que cualquier otro calma y adormece sus sufrimientos.
El Rosario es para las almas puras el libro de la noche que las defiende de los sueños engañosos y de las asechanzas del demonio. Todos los Santos, los hombres más encomiables por su saber y sus virtudes, han sido fieles a esta piadosa práctica, tan querida por María.
(Padre Huguet)
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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