La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Los méritos del Corazón de Jesús compensan todas nuestras miserias, y el amor que le tenemos borra nuestra indignidad. Esto es lo que leemos al respecto en los escritos de Santa Catalina de Génova:
Dios le mostró el amor con el que había sufrido por ella. Y al ver su alma este amor tan grande, puro y vehemente con que Dios la amaba…, comprendió al mismo tiempo la gran malignidad del hombre, y el inconcebible amor que Dios ejerce continuamente hacia él, haciéndole siempre el bien casi a pesar suyo, y sin mirar los males que hace. No cesa de obrar con infinitos medios lo que es provechoso y útil para el hombre, no irritándose por las ofensas que éste comete, sino esperando y procurando su enmienda con puro amor, teniendo siempre en vista su salvación eterna.
La Santa también vio qué cosa era el hombre, y vio que era casi tan malo y perverso como Dios es bueno. Esta visión la sumió en tal desesperación de sí misma que, no queriendo perder más tiempo pensando en ello para buscar algún remedio, puso toda su confianza en Dios y Le dijo: «Señor, me presento a Vos, porque ya no sé lo que debo hacer, viendo que sólo soy apta y suficiente para hacerme un infierno. Por eso, Señor, quisiera hacer un intercambio con Vos, y entregar mi ser malvado en Vuestras manos, porque sólo Vos podéis esconderlo y absorberlo en Vuestra bondad…» Nuestro Señor, habiéndole dado testimonio de que Se complacía en esta ofrenda, derramó en su corazón un rayo de amor tan ardiente, fogoso y penetrante, que la despojó en un instante de todo apego a los bienes y alegrías de este mundo. Este rayo de amor quedó impreso en su corazón junto con las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo, que enviaron gotas de sangre ardiendo de amor y ardor hacia el hombre… Veía claramente lo que era, y se veía a sí misma tan contenida y vigilada por Dios que, cuando Dios la hubiera abandonado, se habría apresurado a hacer todas sus obras con tanta malicia como el diablo. Pero ella no tuvo miedo, viendo que estaba en manos de Dios. La visión que la atormentaba y la hacía arder era la del amor ardiente de Dios por el hombre; decía que el fuego vehemente que sentía no podía expresarse con lenguaje humano.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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