La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Un joven aprendiz de una gran ciudad, hijo de un pobre trabajador, al ver a su madre triste y desanimada por la falta total de trabajo, le dijo una tarde de abril: «Madre mía, ten confianza; recemos juntos a la Virgen, ella nos ayudará. El caballero que nos visitó me lo dijo.» La pobre mujer siguió el consejo de su hijo; pocos días después tenía trabajo en abundancia. Cuando el mes de mayo llegaba a su fin, el aprendiz dijo a su madre: «Madre, no hemos dado las gracias a la Santísima Virgen por habernos ayudado; ven a la iglesia, allí oiremos misa y luego ofreceremos un pequeño recuerdo a nuestra Protectora.» La obrera siguió obedientemente a su hijo, que, cruzando con ella el mercado de las flores, compró allí dos bonitos rosales, los pagó y corrió a colocarlos en el altar de la Virgen. El niño explicó a su sorprendida madre que, desde el día en que le devolvieron el trabajo, había resuelto dar a María una muestra de su gratitud. Todas las mañanas, en el taller, recibía dos peniques para comprar el almuerzo. Había comido pan seco durante todo el mes, y con los tres francos que había ahorrado había comprado los dos rosales que le ofrecía su gratitud.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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