La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Un joven religioso de la Orden de Santo Domingo ofrecía cada día a María la corona mística del Rosario. En un viaje, se encontró con un bosque infestado de ladrones. Al ver que su compañero temblaba, lo tranquilizó, reavivando su confianza en María. Luego, tras sentarse, rezaron juntos el rosario. Cuando se sentaron, rezaron juntos el Rosario. Un bandido, escondido en las cercanías, los observó y vio a una rica Señora tejiendo una corona con rosas que había recogido de la boca de estos religiosos; y cuando la corona estuvo terminada, Se la puso en la cabeza y desapareció.
Asombrado por este extraño espectáculo, el bandido se acercó a los dos viajeros y les preguntó quién era esa Señora que les acompañaba. No había nadie con nosotros -respondió uno de los religiosos-; rezamos juntos el rosario. – Vi a una señora con usted -dijo el asesino-, y ustedes Le estaban dando flores, y Ella estaba tejiendo una corona. – Mi prior me dijo una vez -añadió el religioso- que cuando rezamos el rosario, ofrecemos a María las flores más hermosas. La Señora que has visto es la Reina del Cielo, que ha querido mostrarte la verdad de este dicho.
El ladrón, conmovido por este prodigio, se arrepentó y se convirtió en un ferviente servidor de María.
¡Oh, con qué amor la Madre de la Misericordia recibe el homenaje que Le rendimos rezando el Santísimo Rosario! (Anales de Wadding)
¿No debería este ejemplo despertar en nosotros una tierna devoción por el Rosario, una oración tan grata a la Reina del Cielo que no ha dejado de manifestarla de siglo en siglo?
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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