La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Un piadoso clérigo nos cuenta: Estaba sentado en mi habitación cuando trajeron a un hombre de unos sesenta y cinco años, casi ciego. Para mi gran sorpresa me dijo que era católico, o mejor dicho, me dijo: «Una vez fui católico.» Se había casado con una mujer protestante, fallecida hacía tiempo; y durante unos cuarenta y cinco años no había practicado su religión ni se había confesado. «Últimamente», dice, «me sentía muy preocupado y no sabía qué hacer. Un vecino católico me había regalado un rosario, y empecé a rezarlo; pero cuanto más lo rezaba, más aumentaban mis problemas. Ahora no puedo aguantar más; algo me obliga a acudir a Ud. y preguntarle qué debo hacer.»
Después de unas palabras de ánimo le dije que se preparara para la confesión, y que viniera a tal hora. Vino y se confesó con admirables disposiciones, fortaleció su alma con el Pan de los Ángeles y recuperó la paz. A partir de entonces, asistió a misa con regularidad, tanto como pudo, y recibió los sacramentos con constante devoción. El Rosario, que había sido el instrumento de su conversión, fue el instrumento de su perseverancia. Todo su tiempo lo dedicaba a recitarlo, y en ello encontraba tanto consuelo y gracia que sus pensamientos eran todos celestiales. Pocos años después murió la muerte de los justos, y se fue a dar gracias a la Madre de la Misericordia, que lo había ligado al bien con la dulce cadena del santísimo Rosario.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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