La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
En tiempos de Carlomagno, un joven señor húngaro estaba ardientemente enamorado de la Madre de Dios. Recitaba todos los días las Horas de la Virgen con una devoción angelical. Muchas veces había sentido en su corazón el deseo de dedicar su vida al servicio de su divina Reina, en una de las Órdenes religiosas instituidas más especialmente en Su honor. Pero, como heredero de ricas propiedades, su familia consiguió que consintiera en una alianza nobiliaria.
Unos días antes de su boda, habiendo entrado en una iglesia, hizo retirar a los escuderos de su séquito y comenzó a recitar su oración habitual. Cuando llegó a la antífona de None, Pulchra es et décora, filia Jerusalem: Hija de Jerusalén, estás radiante de belleza y gracia, Se le apareció la Virgen María acompañada de dos ángeles que estaban a Su lado.
«Si soy hermosa, ¿por qué quieres dejarme por otra esposa? le dijo Ella; ¿no tengo suficientes atractivos para ti?»
El joven señor, asombrado, le respondió:
«Oh dulcísima Señora, el brillo de Tu gloria supera toda la belleza del mundo, pues Tú eres exaltada por encima de todos los coros de ángeles. ¿Qué quieres que haga?
– Si dejas tu novia terrenal por Mi amor, Yo mismo seré tu novia en el Cielo».
El joven escudero colocó el anillo que pretendía para su joven novia en el dedo de una estatua de María. No quiso volver a su mansión; corrió a los pies de un ermitaño, que le introdujo en una bendita soledad, donde saboreó los consuelos del amor celestial para el resto de sus días.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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