Una historia para cada día...

Raynaude, junto al Mas-d’Azil (Ariège).

Durante el mes de enero, el mayor acreedor de San José, que había prestado trescientos francos para su Obra de Raynaude, fue pagado en su totalidad. Mientras dormía profundamente en su casa de campo, junto a su familia y sus sirvientes, una voz muy fuerte y vibrante sonó en sus oídos y le despertó con estas palabras, que escuchó muy bien: «¡Cuidado!» Le contó a su familia sus impresiones y temores. Hay que añadir que su sueño se hizo más ligero. En la noche del segundo día, mientras intentaba en vano conciliar el sueño, los perros ladraron de forma extraordinaria, los gansos hicieron resonar la casa con sus estridentes gritos, los bueyes rugieron y las ovejas balaron. Todo el ganado se asusta en el granero; la vivienda se pone en marcha y se descubre a una banda de ladrones que merodea por la casa e intenta entrar forzando las cerraduras. La voz que le había dicho al maestro que tuviera cuidado no era una quimera. Hemos opuesto una buena resistencia. Estos bandidos sólo se sueltan y huyen cuando ven que estamos al acecho y cuando oyen un disparo. El primer pensamiento que se le ocurrió a esta piadosa familia fue que San José, en quien tenían una confianza ciega, les había librado del peligro y les había pagado los trescientos francos mediante un servicio de señales. ¿Puede ser de otra manera?

(Ant. Rousse, párroco).

Santa Teresa de Ávila nos dice que el gran San José nos ayuda en todas nuestras necesidades; ¡qué no hará cuando hay un compromiso hecho entre nosotros y él, o si ofrecemos un sacrificio para su gloria!