La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
En la Tebaida, donde vivían muchos reclusos ortodoxos, había también un maniqueo (miembro de una secta herética del cristianismo primitivo). Un día, durante una excursión, se extravió y se encontró cerca de la cabaña de un ermitaño católico hacia el atardecer. Temiendo ser presa de los animales salvajes del desierto, decidió llamar a la puerta de la cabaña. Al entrar se disculpó por haber pedido un lugar para pasar la noche, a pesar de ser un hereje. El recluso lo recibió cordialmente y le preparó un mullido lecho. Al ver esto, el hereje se dijo: «Este hombre es verdaderamente un siervo de Dios, pues la caridad es, según la palabra del Salvador, la señal más segura de los discípulos de Dios. Un maniqueo no habría recibido a un cristiano con la misma amabilidad». Esto le conmovió tanto que volvió al seno de la Iglesia.
Un hecho similar se relata de San Pacomus, el gran fundador de los monjes en Egipto. Siendo todavía soldado y pagano, se alojó una vez en una familia cristiana de la ciudad de Tebas, y fue tratado con todo el respeto como si fuera un hijo de la familia. Esta conducta causó la mayor impresión en su alma, y concibió instintivamente el respeto por la religión que lo inspiraba. Esta fue la causa de sus estudios posteriores, que le condujeron al cristianismo y a la organización de la vida monástica, donde adquirió tantos méritos.
Los Santos supieron ganarse el corazón de los herejes y pecadores con su caridad. La dureza y la intolerancia habrían producido el efecto contrario. Nuestro Señor nos diría: «Ve y haz lo mismo». Debemos ser tolerantes con los que no son miembros de la Iglesia, pues aunque estén en el error, son nuestros hermanos.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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