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Magníficat!
¡Para la preservación del Depósito de la Fe!
¡Para que venga el Reino de Dios!
Una representación única del Belén.
En una de las cacerías imperiales había un ciervo de extraordinario tamaño. Una cadena con una placa alrededor de su cuello con las palabras: «No me maten: soy propiedad del emperador», y ningún cazador se habría atrevido a matar a este animal.
Cuando el cristiano se persigna con la cruz, es como si pusiera sobre él la inscripción: «No me toques, soy de Cristo», y ningún demonio podrá quitarnos la vida de la gracia sin nuestro consentimiento.
San Antonio, el ermitaño, estuvo en su desierto expuesto a terribles tentaciones del demonio, como lo estuvo Nuestro Señor mismo al final de sus cuarenta días de juventud en el desierto. El demonio se le apareció al Santo unas veces en forma de serpiente, otras en forma de bestia feroz: pero en cada aparición San Antonio hacía la señal de la cruz, y Satanás huía inmediatamente. Por eso aconsejaba a sus discípulos que se persignaran en cuanto surgiera una tentación.
Como el perro teme el látigo con el que ha sido castigado, así el demonio se aterroriza ante la imagen de la Cruz con la que ha sido derrotado.
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