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¡Para la preservación del Depósito de la Fe!
¡Para que venga el Reino de Dios!
Una representación única del Belén.
Santa Catalina (c. 289-307) descendía de una familia real, poseía una inmensa riqueza y unos conocimientos muy profundos. Cuando el emperador Maximino llegó a Alejandría mandó arrastrar a la cárcel a los cristianos que no querían sacrificar a los dioses. Según la leyenda, Santa Catalina entró en el templo de los ídolos donde se encontraba Maximino y le demostró que estaba equivocado con un magnífico discurso. Maximino, que había pasado de ser un simple pastor a un emperador, se asombró de los conocimientos de esta joven y exclamó: «¡Parece otro Platón!» Entonces, al preguntarle quién era, respondió: «Soy la hija de tu predecesor». El emperador hizo que la llevaran a la cárcel y reunió a los más grandes eruditos de su tiempo para que discutieran públicamente con la joven cristiana. Se convocó a cincuenta filósofos que trataron de defender el paganismo, citando a los más grandes poetas y a las más altas autoridades filosóficas. Pero Catalina refutó sus argumentos con otras citas de las mismas fuentes, de modo que sus oponentes tuvieron que reconocer su superioridad. Exasperado, el emperador hizo torturar a Catalina; tendida en una rueda, se rompió, como recuerda la iconografía de la Santa. Finalmente fue decapitada. Según la tradición, su cuerpo fue enterrado en el Sinaí, y desde el siglo VIII se encuentra en el monasterio que Santa Elena hizo construir en esa montaña, que se llama «Monasterio de Santa Catalina».
Santa Catalina recibió del Espíritu Santo el don de la ciencia para defender la verdad del cristianismo.
Flavia Domitilla estaba comprometida con el noble Aureliano, hijo de un cónsul romano, y perdía mucho tiempo cuidando su belleza. Un día, mientras se adornaba, Nereo, su esclavo cristiano, le dijo: «¡Oh, Domitila, si pasaras tanto tiempo adornando tu alma para el divino Desposado, qué felicidad sería tu porción!» Esta singular advertencia tocó profundamente a la orgullosa romana, que conoció el cristianismo y se hizo cristiana. Más tarde, fue denunciada por su antiguo prometido y condenada a muerte (hacia el año 100) con sus dos esclavas Nereo y Aquilea: las tres fueron decapitadas tras haber soportado diversos tormentos.
La esclava cristiana de Santa Domitila tenía el don de la sabiduría; había reconocido que la belleza inalterable del alma es más valiosa que la del cuerpo, que se marchita en poco tiempo.
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