La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Leemos en el Antiguo Testamento que cuando los israelitas ofrecían sus sacrificios, en los que sólo se sacrificaban toros, corderos y otros animales, era algo admirable ver con qué diligencia, contención y silencio asistía todo el pueblo. Aunque el número de los presentes era inmenso, y había más de setecientos ministros y sacerdotes, parecía que el templo estaba vacío, pues todos se abstenían de hacer el menor ruido. Ahora bien, si había tanta reverencia por estos sacrificios, que no eran más que una sombra, una mera figura de los nuestros, ¿qué respeto, qué devoción, qué silencio religioso no merece la santa misa, donde Se sacrifica por nosotros el Cordero inmaculado, el Verbo de Dios? Esto es lo que San Ambrosio entendió perfectamente. Cuando celebraba la misa, según Cesáreo, después del Evangelio, se dirigía al pueblo y, tras exhortar a los fieles a un profundo recogimiento, les ordenaba guardar el más riguroso silencio, con lo que quería decir no sólo que contuvieran la lengua y se abstuvieran de decir una sola palabra, sino también que se abstuvieran de toser o hacer cualquier ruido. Estas prescripciones fueron fielmente observadas, y todos los que asistieron a la misa se sintieron como embargados por un santo temor y profundamente conmovidos, de modo que obtuvieron mucho fruto y un notable aumento de la gracia.
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