La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Una mujer de treinta y seis años vivía en una aldea del gran municipio de Beveren, en el país de Waes. Se llamaba María Luisa Keppens. Desde hacía dieciséis años sufría terribles dolores neurálgicos que le impedían moverse o ir a la iglesia. Tres médicos habían declarado la enfermedad incurable. La pobre muchacha, abandonada por los hombres de arte, pensó en peregrinar a Gante para invocar a la Virgen del Rosario en la iglesia de los dominicos. En vano intentaron disuadirla, y tuvo que ser conducida ante la estatua venerada en esa ciudad. María Keppens rezaba devotamente su rosario. De repente, sintió un extraño escalofrío y le dijo a su hermana: «Creo que estoy curada. Su hermana le hizo una seña para que permaneciera en silencio, y fue al salir de la iglesia cuando se confirmó su recuperación. Comenzó a caminar por su cuenta y realizó el trayecto a pie hasta la estación de Waes, a medio kilómetro de distancia. Esto ocurrió a principios de octubre de 1885. Varios periódicos informaron del hecho. Los habitantes de Beveren, impresionados por el prodigio, hicieron una peregrinación de agradecimiento a finales de mes al mismo santuario, al que acudió de nuevo María Keppens, para dar las gracias a su Benefactora celestial. No hace falta decir que el rezo del rosario es el ejercicio favorito de estas peregrinaciones.
Como peregrinos en este valle de lágrimas, avancemos cada día hacia la Jerusalén del cielo, rezando el santísimo Rosario de María en nuestro camino.
LOCALIZACIÓN:
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CP 4478 Mont-Tremblant QC J8E 1A1 Canada
(819) 688-5225
(819) 688-6548
Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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