La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
San Huberto, hijo de un duque de Aquitania (que murió en 727 como obispo de Maëstricht), había sido un apasionado de la caza en su juventud. Pasó casi todo su tiempo cazando y se olvidó por completo de Dios. Un día, en una gran fiesta, fue a cazar a las Ardenas en lugar de ir a la iglesia, y de repente vio ante él un ciervo con una imagen luminosa del Crucificado en la frente. Al mismo tiempo, una voz le gritó: «Hubert, ¿hasta cuándo seguirás persiguiendo el juego y empleando tan mal tu tiempo? ¿Cuándo te convencerás por fin de que has sido creado sólo para conocer y amar a Dios? Estas palabras y la misteriosa aparición causaron una profunda impresión en Huberto; inmediatamente resolvió cambiar su vida, acudió a San Lamberto, obispo de Maëstricht, para pedirle ayuda y consejo a fin de entrar en los caminos de una vida verdaderamente cristiana. Más tarde, Hubert se hizo sacerdote y sus virtudes le llevaron a ser elegido sucesor de San Lamberto.
Una vez le preguntaron a un niño a qué reino pertenecía el hombre: ¿Al reino mineral, vegetal o animal? El niño piadoso respondió sin dudar: ¡Por el reino de Dios!
– Que cada uno de nosotros se pregunte cada día por qué está en este mundo.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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