La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Un comerciante que tuviera que enviar una carta de gran importancia se dirigía a un empresario, le explicaba su caso con todos sus detalles para que lo conociera con toda precisión y le daba un poder para que escribiera a su corresponsal. Aunque el comerciante no haya redactado él mismo la carta, ésta contendrá únicamente las ideas y los deseos del mandante. Lo mismo ocurre con las Escrituras. El buen Dios, es decir, el Espíritu Santo, impulsó a los escritores sagrados a escribir sus libros y, al mismo tiempo, iluminó sus mentes de manera extraordinaria. Por lo tanto, sus libros no contienen su palabra, sino la palabra de Dios.
– Esta acción especial del Espíritu Santo sobre los autores de la Biblia se llama inspiración.
San Antonio el Ermitaño (m. 356), que vivía en Egipto, en el desierto de la Tebaida, recibió una carta de Constantino el Grande. Sus discípulos se asombraron de que el emperador se dignara a escribir a su maestro en persona. «Deberíais», les dijo el Santo, «extrañaros más bien de que Dios, el Rey de los reyes, se haya dignado enviarnos a nosotros, pobres criaturas, una carta autógrafa en la Sagrada Escritura».
– La Sagrada Escritura es la palabra de Dios.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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