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Oración de humildad enseñada por Jesús
Dios mío, mi Amor soberano, mi Todo, yo, nada de nada, nada bueno, nada en virtud, nada en fidelidad, nada en correspondencia a Vuestras gracias, he aquí que, desde el profundo abismo de mi miseria, Os suplico, por el abismo de Vuestra misericordia, que me concedáis la gracia de conoceros y de haceros conocer, de amaros y de haceros amar, de serviros y de haceros servir, tan perfectamente como es posible para una pobre criatura, y para Vuestra mayor gloria.
- «Yo, dice Jesús, te atestiguo que cada vez que un alma pronuncia este acto con un verdadero sentimiento de profunda humildad, hiere Mi Corazón con una flecha de oro y, de esta herida, se desborda un torrente de gracias para el alma y para la Santa Iglesia. Es también la mejor preparación para la Santa Comunión, porque Dios Se comunica a los humildes con mayor abundancia.»