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Los doce Frutos del Espíritu Santo
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FRUTO DE
CARIDAD -
FRUTO DE
GOZO -
FRUTO DE
PAZ -
FRUTO DE
PACIENCIA -
FRUTO DE
BENIGNIDAD -
FRUTO DE
BONDAD -
FRUTO DE
LONGANIMIDAD -
FRUTO DE
MANSEDUMBRE -
FRUTO DE
FE -
FRUTO DE
MODESTIA -
FRUTO DE
CONTINENCIA -
FRUTO DE
CASTIDAD
El fruto de la Caridad me une a Dios por el amor y me hace amar al prójimo tanto como a mí mismo, porque Dios considera hecho a Sí mismo todo lo que hacemos a los demás.
El fruto de la Alegría llena mi alma con el consuelo de ser agradable a Dios.
El fruto de la Paz produce en mí la tranquilidad del alma, que busca hacer el bien y evitar el mal.
El fruto de la Paciencia me hace soportar con humildad todo lo que pueda oponerse a mis gustos e intereses particulares.
El fruto de la Benignidad me lleva a aliviar las necesidades de mi prójimo y a perdonarlo cuando me ofende.
El fruto de la Bondad me hace ser amable con todos, especialmente con aquellos que no pueden corresponder a mi bondad.
El fruto de la Longanimidad hace que no me moleste ninguna demora; hace que sufra las pruebas más duras de la vida sin quejarme.
El fruto de la Mansedumbre calma en mí todo movimiento de ira, detiene toda murmuración y suprime toda susceptibilidad en mis relaciones con el prójimo.
El fruto de la Fe me compromete a creer, con firmeza, en la palabra de Dios y me lleva a someterme humildemente a las enseñanzas de la Santa Iglesia.
El fruto de la Modestia regula mi actitud, mi comportamiento, para que sea siempre una fuente de edificación para mi prójimo y nunca lo lleve al pecado.
El fruto de la Continencia me hace guardar una justa reserva en mis deseos, en mis ambiciones, en el uso que hago de los bienes temporales.
El fruto de la Castidad mantiene mi cuerpo en santidad, ya que mi cuerpo es el templo del Espíritu Santo.