Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Los doce Frutos del Espíritu Santo

El fruto de la Caridad me une a Dios por el amor y me hace amar al prójimo tanto como a mí mismo, porque Dios considera hecho a Sí mismo todo lo que hacemos a los demás.

El fruto de la Alegría llena mi alma con el consuelo de ser agradable a Dios.

El fruto de la Paz produce en mí la tranquilidad del alma, que busca hacer el bien y evitar el mal.

El fruto de la Paciencia me hace soportar con humildad todo lo que pueda oponerse a mis gustos e intereses particulares.

El fruto de la Benignidad me lleva a aliviar las necesidades de mi prójimo y a perdonarlo cuando me ofende.

El fruto de la Bondad me hace ser amable con todos, especialmente con aquellos que no pueden corresponder a mi bondad.

El fruto de la Longanimidad hace que no me moleste ninguna demora; hace que sufra las pruebas más duras de la vida sin quejarme.

El fruto de la Mansedumbre calma en mí todo movimiento de ira, detiene toda murmuración y suprime toda susceptibilidad en mis relaciones con el prójimo.

El fruto de la Fe me compromete a creer, con firmeza, en la palabra de Dios y me lleva a someterme humildemente a las enseñanzas de la Santa Iglesia.

El fruto de la Modestia regula mi actitud, mi comportamiento, para que sea siempre una fuente de edificación para mi prójimo y nunca lo lleve al pecado.

El fruto de la Continencia me hace guardar una justa reserva en mis deseos, en mis ambiciones, en el uso que hago de los bienes temporales.

El fruto de la Castidad mantiene mi cuerpo en santidad, ya que mi cuerpo es el templo del Espíritu Santo.

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.