Oh Espíritu Santo, espíritu de amor y verdad, adorable fuente de
toda perfección, Os adoro y Os doy las gracias por todos los
beneficios que me habéis prodigado. ¡Cuántas veces, en el
pasado, Os he molestado y Os he echado fuera de mi corazón!
Cuántas veces he merecido ser abandonado por Vos y arrojado al
abismo eterno. ¿Y por qué me ha ocurrido esta desgracia? Porque
Vuestro santo temor no estaba en mi alma. Hoy, me arrepiento
sinceramente, odio todos mis pecados, siento el mayor dolor por
ellos. No dejaré de llorarlos hasta mi último aliento. Dignaos, oh
Espíritu Santo, de olvidar todas mis ingratitudes. Concededme, Os
lo ruego, este saludable temor que tanto me ha faltado en el
pasado. Que me sostenga el resto de mi vida con un espíritu de
compunción, que me inspire tal odio al pecado, que no vuelva a
dejar que entre en mi corazón. Dadme el temor filial que me
penetra con un profundo respeto a Dios y a las cosas de Dios, que
me hace evitar las más pequeñas faltas por miedo a
desagradarle, que me preserva de la tibieza en Su servicio y de la
rutina en mis ejercicios de piedad. Gracias a este inestimable don
de Vuestro Temor, estaré en la abundancia de todos los bienes;
llevaré una vida santa y feliz, llena de virtudes y méritos; caminaré
con grandes pasos por el camino de la perfección. Obtendré, por
fin, la gracia de morir en la predestinación, e ir al cielo a disfrutar
de la inefable dulzura que reserváis a los que Os temen.
Oh Espíritu Santo, Os imploro, en nombre y por los méritos de
Jesucristo, por la intercesión de Vuestra inmaculada Esposa, la
Santísima Virgen María, que me concedáis el precioso don del
temor. Amén.
7 Ave María, 7 Gloria al Padre.