Oh Espíritu Santo, Dios Todopoderoso, que tan maravillosamente
transformasteis a los Apóstoles haciéndolos débiles y tímidos, tan
fuertes y valientes que ningún poder creado pudo jamás sacudir-
los; Vos que apoyasteis a los mártires en sus tormentos, a los san-
tos confesores en sus obras y luchas, y ayudasteis a tantas almas
a beber del cáliz del dolor; ved a la más débil y miserable de
Vuestras criaturas humildemente postrada ante Vos. Si siempre
Os hubiera invocado en peligro y tentación, nunca habría tenido la
desgracia de ofenderos. Pero el daño está hecho; sólo tengo que
lamentarlo y llorar por ello. Ya no deseo confiar en mi propia
fuerza en el futuro; por eso imploro Vuestra poderosa ayuda.
Oh Espíritu Santo, es en Vos solo que espero, es de Vos solo que
espero mi salvación. Comunícame, Os imploro, Vuestro don de
fuerza que me hace invencible. Entonces, ya no temeré a mis
enemigos, me daréis la gracia de derrotarlos completamente y
siempre. Ya no temeré a las obras, por muy dolorosas que sean,
me daréis el valor de rendirme a ellas con un ardor incansable. No
temeré más el desprecio y los sufrimientos, Vuestra divina unción
me hará soportarlos con paciencia y alegría. Ya ni siquiera temeré
a la muerte. Me sostendréis en esta hora suprema, y la aceptaré
generosamente en unión con la de mi Salvador en la cruz.
Entonces iré al cielo a disfrutar de los gloriosos frutos de mis
trabajos, sufrimientos y luchas. Todo el honor será Vuestro, oh
Espíritu Santo, y del Padre y del Hijo. Os bendeciré eternamente
con la multitud de ángeles y santos.
Oh María, Vos que sois la fuerte y casta Esposa del Espíritu Santo,
obtenedme el don de la Fuerza.
7 Ave María, 7 Gloria al Padre.