Oh Espíritu Santo, Dios de luz y amor, Os adoro y Os agradezco
todas Vuestras bendiciones, especialmente por haberme dado
una inteligencia para conoceros y un corazón para amaros. Desde
las profundidades del abismo de las tinieblas en el que estoy
sumergido, Os grito, implorándoos que proyectéis sobre mí los
rayos luminosos del don de la Ciencia. Sin esa claridad divina me
extraviaré de nuevo, como lo he hecho tantas veces en el pasado,
y me perderé para toda la eternidad, buscando mi felicidad en las
criaturas y poniendo mi último fin en ellas. Con el don de la
ciencia, por el contrario, veré en las cosas creadas sólo los medios
para ir a Dios; los usaré sólo en la medida en que me lleven a Él, y
me abstendré de ellos si me alejan de Él. Entonces seré santo e
indiferente a la riqueza o la pobreza, al honor o al desprecio, a la
salud o la enfermedad, a la larga o a la corta vida; amaré y
buscaré en todas las cosas sólo la hermosa voluntad de Dios.
Y cuando le plazca a esta santa voluntad que esté en el dolor y la
humillación, iluminado por el don de la Ciencia en el precio de las
tribulaciones, las abrazaré con alegría, como medio de encontrar
a Dios con más seguridad y de poseerlo más perfectamente. Así,
nada en el mundo me desviará de mi fin último; al contrario, todo
servirá para ayudarme a avanzar, para conocerle más claramente,
para amarle más ardientemente, para servirle más fielmente,
mientras espero que vaya al fin a poseerle en el cielo, y que en la
luz de la gloria pueda contemplarle cara a cara y amarle
perfectamente por toda la eternidad. Amén.
Oh María, dignísima Esposa del Espíritu Santo, alcánzame la
Ciencia que hace a los Santos.
7 Ave María, 7 Gloria al Padre.