Oh Espíritu Santo, que en Vuestro infinito Amor queréis ser
nuestro guía en los caminos de esta miserable vida, para
conducirnos con seguridad a nuestro último fin, Os adoro y Os
agradezco los caritativos consejos que me habéis dado hasta hoy.
¡Si siempre los hubiera seguido! No tendría tantos defectos que
reprocharme en este momento. Preferí demasiado a menudo
dejarme llevar por el ángel de las tinieblas, por mis sentidos y mis
pasiones. Reconozco y lamento amargamente las tristes
diferencias que han resultado de esta increíble locura.
Espíritu de amor y misericordia, tened piedad de mí y
perdonadme. Vuelvo a Vos y no quiero otro guía que Vos. Aquí
estoy, resuelto a seguiros donde Os plazca para llevarme. Habláis,
Señor, Vuestro siervo Os escucha. Mostradme el camino por el
que queréis que camine, mostradme Vuestros caminos. Dejad
que Vuestro don de consejo me guíe paso a paso, para que nunca
me desvíe del camino que me habéis trazado. Que siempre me
inspire con lo que es más agradable a Vuestros ojos, me preserve
de toda ilusión, y me haga avanzar rápidamente en la santidad.
Que finalmente me ponga en posesión de mi fin último, y que
descanse en él eternamente, en la contemplación y el amor del
Padre, del Hijo y de Vos, oh Espíritu Santo, que proceden del uno y
del otro. Amén.
7 Ave María, 7 Gloria al Padre.