San Miguel, Príncipe de la Milicia de los Ángeles, te invoco,
escúchame.
Te ruego que, en el último día, acojas mi alma en tu santísima
custodia y la conduzcas al lugar del consuelo, la paz y el
descanso, donde las almas de los Santos esperan con inefable
alegría el juicio venidero y la gloriosa resurrección. Ya sea que
hable o permanezca en silencio, ya sea que mire, camine o
descanse, guárdame en el desempeño de todas mis obras, en
todos los actos de mi vida. Presérvame de las tentaciones de los
demonios y de las penas del infierno.
San Miguel Arcángel, terror de los demonios, ven en mi ayuda en
la lucha que debo librar cada día contra mis faltas, contra las
malas influencias que me asaltan por todas partes. Ayúdame a
superar las tentaciones y a librar el buen combate con
perseverancia y confianza para mi mayor bien. Amén.
Confiando en la intercesión de Vuestro bendito Arcángel Miguel,
Os ruego, Señor, que me concedáis la gracia de amaros por
encima de todo y de serviros con gracia y verdad.
San Miguel Arcángel,
Con tu luz, ilumínanos.
Con tus alas, protégenos.
Con tu espada, defiéndenos.