«Hoy, tráeme las almas de los herejes y apóstatas. Sumérgelas en la inmensidad
de Mi Misericordia. En Mi amarga Pasión, desgarraron Mi Cuerpo y Mi Corazón,
es decir, Mi Iglesia. Cuando vuelvan a la unidad de la Iglesia, Mis Llagas sanarán.
Y así Me aliviarán en Mi Pasión».
Misericordiosísimo Jesús, que sois la bondad misma, no negáis la
luz a los que Os la piden. Recibid en la morada de Vuestro
Corazón compasivísimo las almas de los herejes y de los apósta-
tas. Devolvedlas con Vuestra luz a la unidad de la Iglesia. No per-
mitáis que abandonen la morada de Vuestro Corazón
compasivísimo, sino que glorifiquen también la munificencia de
Vuestra Misericordia.
Padre Eterno, lanzad una mirada misericordiosa sobre las almas
de los herejes y apóstatas que, obstinándose en sus errores, dila-
pidaron Vuestras mercedes y abusaron de Vuestras gracias. No
miréis sus faltas, sino el amor de Vuestro Hijo y Su amarga Pasión
que también sufrió por ellas, ya que también ellas están encerra-
das en el compasivísimo Corazón de Jesús. Que también ellas
glorifiquen Vuestra inmensa Misericordia por los siglos de los si-
glos. Amén.