«Hoy, tráeme a las almas del Purgatorio y sumérgelas en el abismo de Mi
Misericordia. Que las corrientes de Mi Sangre refresquen sus ardores. Todas estas
almas Me son muy queridas, pero Me hacen Justicia. Está en tu poder llevarles
algún alivio. Saca del tesoro de Mi Iglesia todas las indulgencias y ofrécelas en su
nombre. Oh, si conocieras sus sufrimientos, ofrecerías sin cesar en su nombre las
limosnas de tus oraciones, y pagarías sus deudas a Mi Justicia».
Misericordiosísimo Jesús, que habéis dicho que Vos mismo queríais
Misericordia, aquí traigo a la morada de Vuestro compasivísimo
Corazón a las almas del Purgatorio, que Os son muy queridas, pero
que sin embargo deben dar cuenta a Vuestra Justicia. Que las co-
rrientes de Sangre y Agua que brotan de Vuestro Corazón apaguen
las llamas del fuego purificador, para que también allí sea glorifi-
cado el poder de Vuestra Misericordia.
Padre Eterno, dignaos lanzar una mirada de Misericordia sobre las
almas que sufren en el Purgatorio, encerradas en el Corazón com-
pasivísimo de Jesús. Os imploro por la dolorosa Pasión de Jesús,
Vuestro Hijo, y por todas las amarguras con que fue inundada Su
alma santísima, que mostréis Vuestra Misericordia a las almas que
están sometidas a Vuestra intachable Justicia. Que Vuestra mirada
sólo tenga en cuenta los méritos de las llagas de Jesús, Vuestro
Hijo queridísimo, pues creemos que Vuestra bondad y Vuestra mi-
sericordia son infinitas.