María Se queja de que el nombre de Su divino Hijo es pro-
fanado. Cómo podría ser insensible a esto, que mide la
majestuosidad de Dios blasfemado, la nada del blasfemo y
el tesoro de ira que este crimen acumula sobre las
sociedades.
Examinemos si alguna vez nos hemos olvidado de noso-
tros mismos hasta el punto de blasfemar, ya sea murmu-
rando contra la Providencia o profanando el más sagrado
de los nombres. ¿Nunca hemos dado lugar a ninguna blas-
femia? ¿Hemos entendido siempre que la blasfemia es un
sacrilegio, una impiedad, una ingratitud, una insensatez,
una lacra social, un pecado diabólico y el más grave de los
crímenes?
Oh, Madre del temor de Dios, Os desagravio por todas las
blasfemias que, ultrajando a Vuestro querido Hijo, han llenado de
amargura Vuestro Corazón. Devolved a Dios, con Vuestras
alabanzas, todo el honor que este crimen le haya quitado. A
Vuestros pies me declaro enemigo implacable de la blasfemia.
Evitaré todo lo que pueda llevar a los que me rodean a ello. Lo
castigaré severamente en aquellos que están subordinados a mí.
Trabajaré por todos los medios para extirparla de mi patria, sobre
la que ya ha traído demasiadas maldiciones.