Las amenazas de una madre son la prueba más fuerte de
su amor, porque son el último recurso y el esfuerzo su-
premo de su corazón. María amenaza como una madre,
derramando lágrimas; pero al mostrarnos las desgracias
que no pudo evitar nuestro endurecimiento, abre la puerta
por la que aún sería posible escapar: «Si Mi pueblo NO
QUIERE someterse, Me veo obligada a soltar la mano de Mi
Hijo.»
Muchas de las amenazas de María se cumplieron en el pri-
mer año después de la Aparición: la enfermedad de la uva,
la de la patata, el cólera, etc. Todas estas amenazas eran
una advertencia: la Virgen María esperaba que nuestra
conversión aplacara la ira de Dios. ¡Ay! La humanidad ha
hecho oídos sordos, y un torrente de pecado inunda la tie-
rra y extiende una multitud de desgracias. Hemos llegado
al día de la gran venganza. Con Dios, nunca es demasiado
tarde. Si nos convertimos, obtendremos misericordia y
perdón. Dios nos lo ha prometido por boca de Su
Santísima Madre.
Oh Madre del Divino Temor, imprimid en lo más profundo de mi
corazón un saludable temor a los juicios de Vuestro Hijo. Hazme
comprender que el miedo es el principio de la verdadera
sabiduría. Que Vuestras amenazas maternas sean saludables para
mí. Qué terrible desgracia si me condenara a teneros como
enemiga, Vos mi único refugio y la más preciosa prenda de mi
salvación.