La Santa Iglesia, conociendo tanto la necesidad como el ho-
rror que tenemos a la penitencia, nos exhorta a practicarla
privándonos de ciertos caprichos todos los viernes, toda la
Cuaresma, el Adviento, los días de las Cuatro Estaciones, etc.
La misma Virgen María ha reiterado en todas partes Sus lla-
mamientos a la «Oración y Penitencia». En La Salette, nues-
tra buena Madre dijo llorando: «Los viernes se corre a la
carnicería como los perros…» ¿Quién podría contar las deso-
bediencias a este deseo de nuestra Madre, cometidas por in-
diferencia, desprecio a las llamadas divinas, respeto humano
o ciega mezquindad?
Dios, que Se considera despreciado en la persona de la Iglesia,
Su Esposa, nos amenaza por boca de Su Madre con retirarnos
Su protección y tratarnos como paganos.
Examinemos si observamos y hacemos cumplir la práctica de
la penitencia entre nosotros, y hagamos todas las reformas
sobre este punto que sean compatibles con las necesidades
reales.
Oh Reina de la Iglesia, no podéis ser insensible a una violación tan
generalizada de sus sabias leyes. Obtén para mí la valentía de ser
siempre fiel católico y de cerrar el oído a las excesivas delicadezas de
mi carne. He pecado mucho, así que tengo gran necesidad de
penitencia. Quiero, al menos, aceptar la que no hubiera tenido la
generosidad de infligirme, y abrazar con amor las pequeñas cruces
que la Providencia me envía para mi salvación.